viernes, 20 de agosto de 2010

Invisible, de Paul Auster. Editorial Anagrama, Barcelona 2009.


Oculto frente a los ojos


Trato de no opinar sobre novelas escritas en otro idioma. Porque quienes no leemos más que en castellano tenemos miedo. El miedo a lo desconocido. Y el respeto a los que sí conocen otra lengua y todo lo que hay detrás de esa cortina de sonidos. Creo que se trata de otro universo. De todas formas no por eso dejo de leer las traducciones de tantos escritores gigantes. Aunque siempre con la sensación de que hay algo que no alcanzo a vislumbrar.
Dicho esto, sólo voy a escribir sobre dos o tres cuestiones a partir de la lectura de Invisible. Me topé con una crítica de Alejandra Crespo Martínez para la página Revista de Letras, que entiendo tiene alguna relación con el diario La Vanguardia de España. Ella termina su análisis diciendo que a su criterio era el mejor libro de Auster. Y es exactamente eso lo que pensé cuando terminé de leer la novela. Esa coincidencia me impulsó a escribir. La extraña sensación de encontrarse ante la mejor obra de un escritor, de creernos pioneros en un descubrimiento, y a la vez regocijarnos en el logro máximo de quien tantas veces ha buscado.
Martinez analiza Invisible destacando que se trata de una clase magistral de técnica narrativa, ya que logra armar una historia desde distintos puntos de vista, y aunque es una trama más bien sosa, dice, lo brillante es como esos relatos superpuestos en tiempo y espacio nos llevan hasta lo profundo de la vida de los personajes y a un final de conflictos que parece que nunca se resolverán.
Es cierto. La historia trata de un poeta desconocido (también invisible) que está por morir y envía su novela un amigo, otro escritor, aunque consagrado, intentando que éste logre que la editen. En esa novela cuenta los hechos ocurridos en su vida durante el año 1967. La narración de esos acontecimiento, tan lejanos, y las nuevas versiones de otros personajes, muchas veces se contradicen, haciendo de esa contradicción el tema principal. La verdad, la ficción, los hechos son ya invisibles desde el presente.
Pero para mí hay otra cuestión, y es acaso la más importante. Todo comienza en un recuerdo imborrable. Es que quienes tuvimos la suerte de leer Lolita de Nabokov sin saber nada sobre la novela, nos encontramos de golpe en un nuevo mundo donde la relación de un hombre adulto con una adolescente se vuele el centro de todo. Nabokov pone por escrito un sentimiento que todos los hombres han tenido. Algo similar sucede con Auster en Invisible. Ahora, la relación sexual del protagonista con su hermana nos enfrenta a una verdad que siempre ha estado allí y que merecía ser narrada de tan buena manera como en esta novela.
Lo dicho ya, una obra memorable. Y aunque Auster cae en la tentación, como tantos autores de hoy en día, de contar una historia cuyo protagonista es escritor, con esta última novela logra lo que pocas veces se alcanza, hacer honor a una trayectoria y avanzar un poco más allá.

sábado, 7 de agosto de 2010

El oficinista, de Guillermo Saccomanno. Editorial Seix Barral, 2010.





El futuro llegó hace rato

La idea de ciencia ficción se relaciona no sólo con el futuro, sino también con los personajes que allí viven. El nuevo libro de Saccomanno nos pone ante un escenario de una ciudad del mañana, pero el personaje principal, un oficinista, parece extraído de nuestro más miserable presente. Entonces nos encontramos ante un entorno para nada lejano, con un protagonista similar a cualquier persona que hoy en día trabaja en una oficina. Esta proximidad es uno de los aciertos más grandes del libro porque el futuro parece tan cercano que nos lleva a suponer que seguramente será el nuestro.
Sucede algo similar con La carretera, la última novela del escritor norteamericano Cormac MacCarthy. Libro en el que no pude dejar de pensar al leer El oficinista. En ambas hay un futuro tenebroso, un reducido número de personajes, y una historia sencilla, ya sea la lucha por la supervivencia de un hijo, o la descripción de un amor imposible.
Otra cuestión que me llamó la atención en el parecido entre las dos novelas es el salto que han supuesto, en los casos, en la obra de los autores. Yo he leído de Saccomanno La lengua del malón (2003) y El buen dolor (2000), sus libros más celebrados. Y de MacCarthy, Hijo de Dios (1979), Meridiano de Sangre (1985) y Ciudades de la llanura (1998), que forman parte de su serie sobre cowboys, indios, y soldados en la frontera de Estados Unidos y México. Quizás no sea suficiente para realizar un análisis definitivo -sobre todo en MacCarthy-, pero creo ver un gran cambio, hacia el futuro, hacia otra forma de narrar, hacia una literatura más universal. Un escritor con temas bien argentinos como el bombardeo del 55 y el peronismo, y otro que escribe sobre el lejano oeste; de repente nos llevan hacia un mundo distinto, futurista, donde anónimos personajes luchan por sobrevivir en medio de caníbales o perros clonados.
Por otra parte, El oficinista tiene un complejo mundo interno, que es precisamente la vida de las personas en un medio rutinario como lo es una empresa, donde incluso el mundo exterior se desdibuja por momentos y se desarrolla otro universo en el que lo más importante es la autoridad del jefe, la belleza de su secretaria y la cambiante relación con un compañero. Podría decirse que es casi un género en sí mismo, tantas obras relacionadas a las oficinas. Y por eso quiero mencionar a Aníbal Jarkowski y su novela El Trabajo (Tusquets, 2007). También se trata de una novela de oficina, con personajes casi anónimos, y de la tensión sexual que se genera en el triángulo jefe, empleado raso y secretaria. La historia está atravesada por la necesidad de trabajo en un país como Argentina, y por la problemática de la realidad y la representación, que aparece porque la protagonista también es actriz.
La crítica argentina no fue muy favorable con respecto a El oficinista, pero la española ha sido muy elogiosa. Allí, además, ganó el Premio Seix Barral. Esto quizás señale algunas diferencias en la forma de ver la literatura en ambos países, o muestre la importancia con respecto pertenecer o no a los determinados círculos literarios.
Aquí he tenido que hablar de muchas otras novelas para destacar algunos aspectos de El oficinista. Otros críticos y escritores que han comentado la obra de Saccomanno mencionaron los nombres de Arlt, Oesterheld, Kafka, Dostoiveski, Ballar y Philip F. Dick, para trazar una línea en la cual inscribirlo. Creo que es una buena señal, porque esta novela de Saccomanno está a la altura de tantas buenas novelas y autores.