miércoles, 28 de diciembre de 2011

En cinco minutos levántate María, de Pablo Ramos, Alfaguara, 2010, Buenos Aires.
La Ley de la ferocidad, de Pablo Ramos, Alfaguara, 2007, Buenos Aires.
El origen de la tristeza, de Pablo Ramos, Alfaguara, 2004, Buenos Aires.


Tres novelas y una familia


No ocurre muy seguido. Y me parece que es una cosa buena poder hablar de un escritor después de haber leído sus tres primeras novelas. En el brevísimo plazo de seis años Pablo Ramos ha publicado algo así como 700 páginas de una historia, contada desde puntos de vista bien distintos. En El origen, desde la infancia; en La ley, desde el personaje central en un momento crucial de su vida, y por último en María, desde la subjetividad de la madre.
Nombro así las novelas porque así se refiere a ellas su autor cuando le preguntaron por el tema de cada una. Las definió diciendo que en El origen el tema es la felicidad, en La Ley la soledad y la desesperación, y en María la esperanza. No me gustan las declaraciones pero sirve en esta oportunidad para hablar un poco de la historia de Gabriel, el verdadero protagonista de la saga familiar.
El origen de la tristeza es una novela corta, que se divide en tres partes, y parece estar construida como un conjunto de cuentos con cierta continuidad. Un texto a medio camino entre el cuento y la novela. Episodios que narran la infancia de Gabriel y su hermano Alejandro en el creciente Barrio El Viaducto de Sarandí a mediados de la década del setenta y principio de los ochenta. La vida de su familia de clase trabajadora alrededor de un taller de tornería con problemas económicos; las pequeñas historias de cada uno de los integrantes de la barra Los pibes; el incendio del arroyo después de una gran lluvia; una excursión de la barra en busca de vino y sexo; la relación de Gabriel con Fernando, un vecino músico y homosexual; y con Rolando, el cuidador de tumbas del cementerio. Un texto que muestra, más allá de los tristes episodios de algún personaje secundario, como dice el autor, una etapa de felicidad, aunque el título diga lo contrario. Me hizo acordar a esos extraños y sublimes momentos en los que Fabián Casas narra su infancia en Boedo.
La ley de la ferocidad es sin dudas su mejor texto, con diferencia, y quizás una de las mejores novelas que he leído de entre todas las que han escrito los autores jóvenes en estos últimos años. Como si el tipo de la tapa nos pegara en medio de la cara con esos guantes rojos. Soledad y desesperación, está bien dicho. Gabriel es un adulto, muy exitoso en los negocios, al que se le muere el padre y desde el desorden de la droga y el alcohol en el que se encuentra su vida nos cuenta el odio, la tristeza, sus relaciones familiares, el fracaso de sus matrimonios, algún recuerdo de su juventud. Un texto potente, “una obra maestra”, “una magnífica novela”, dijo Fogwill en su momento. Y también está bien dicho.
Antes de comentar En cinco minutos levántate María, quisiera detenerme y citar otra vez a Fogwil hablando de Pablo Ramos: “escritor hipersalvaje y que tendría que darse cuenta que se puede convertir en un escritor de primera línea si acepta ciertas reglas del juego y si aprende a controlar y analizar sus textos”. Qué buen elogio, y qué difícil de recibir. Porque creo que con la última novela Ramos puso en juego muchas cosas, y perdió, claro.
En cinco minutos levántate María es la peor de las tres. Y eso no significaría mucho, porque con las otras dos la medida es exigente. Es una novela peor que muchas. Es aburrida, tediosa, que no narra: explica. Dan ganas de dejarla a la mitad. No porque su materia es mala, es la misma que en las otras dos, y muchos de sus episodios son buenos, creo que el defecto grande es la forma. La madre de Gabriel, María, ya vieja, repasa su vida antes de levantarse. No tiene el texto una historia, más que la ecléctica enumeración de los recuerdos de una mujer. Además está cargado el relato de detalladas referencias al momento preciso en el que María está en la oscuridad de la habitación, lo que escucha, lo que no ve, lo que presiente. Muy aburrido.Creí en un momento que no me atrapaba como lector porque no se lograba construir una subjetividad femenina, como si todo el tiempo se adivinara la voz de un hombre detrás de la mujer que cuenta. Pero quizás no sea eso. Quizás fue que cayó en la trampa de imponerse una trilogía cuando con los dos primeros libros la historia estaba bien contada. También pensé que no funcionaba porque por primera vez en la serie el escritor narraba sobre un tema que no conocía, o no tan bien como en las dos novelas anteriores. Y lo digo porque Ramos mismo ha dicho que los textos son bastante autobiográficos. Luego volví a lo dicho, a lo difícil que ha de ser mantener el nivel después de una novela excelente. Pero cuando leí esa frase de Fogwil, me golpeó el hecho de reconocer que una cosa es ser un buen escritor, y otra dar un paso más allá. No es para cualquiera. No cualquier persona está en condiciones de optar a esa posibilidad. Ser una de ellas debe sentirse bien. Y debe asustar.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued, Anagrama, 2009, Buenos Aires.


La luz del interior

Evito leer los comentarios sobre esta novela intentando decir algo original. No creo que sea posible. Parece que lo que comenzó siendo la aventura de enviar un original al Premio Herralde 2008, terminó en una legión de lectores rescatando el texto como uno de los más importantes escritos en Argentina en los últimos años. O al menos uno de los más elogiados y citados.
Es una novela corta, muy corta. Poco más de 170 páginas, divididas en 41 capítulos cortos, que algunas veces no llegan a una página. En conclusión, se lee en una sentada, o en dos. No tiene una trama muy compleja, es la historia alrededor de la cual podría escribirse un cuento.
Un resumen. Todo comienza cuando a Cetarti lo llama Duarte para decirle que Daniel Molina, un amigo suyo, ha cometido un crimen y se ha suicidado. Molina, pareja de la madre de Cetarti, la mató junto a su hermano en Lapachito, un pueblo de Formosa, donde viaja a cumplir con los trámites. Luego Cetarti regresa a Códoba. Entonces se cuenta su historia, y en paralelo la de Danielito, el hijo de Molina, y secuaz de Duarte, quienes se dedican al secuestro de personas. Las historias se unen al final en un extraño accidente.
No hay un policial porque el crimen se resuelve en un escritorio tras llenar un formulario, no hay investigación, ni interrogantes, nada. No hay amor, todo parece girar en torno al dinero y su búsqueda. No aparece la ciudad de Buenos Aires, todo sucede en el interior, de Formosa a Córdoba. No hay mujeres, salvo la madre de Danielito. Casi no hay sexo, más que unos videos pornográficos.
Es una novela construida con otros elementos, algunos no habituales. De los conocidos, la marihuana, en todo momento, en casi todos los personajes, poniendo esa distancia y distorsión en la percepción de las cosas que tantos escritores quieren repetir en el texto. Y después, creo, lo más interesante, esos tres o cuatro personajes marginales, corridos de la sociedad, hijos de una educación distinta, militar en el caso de Duarte y Molina, de hijos de militares en el caso de Danielito. Personajes como Cetarti, en proceso de degradación, sin trabajo, sin familia, sin auto, sin dinero; o como su hermano, encerrado entre basura, solitario. Una mujer abandonada, la madre de Danielito. Un hijo que olvida las cenizas de su familia en el baúl del auto, otro que las arroja por el inodoro. Muchos fuman mucho tiempo, comen lo del día, pizza, Coca Cola, miran videos de animales, de guerras o de investigaciones históricas en tv. Releen revistas viejas. Tienen mascotas. Todos sufren hechos aberrantes, y varios son capaces de provocarlos. Nunca suena en el narrador una alarma ante esos hechos. La sorpresa, el asombro, la tarea de rescatar algunas escenas, parece ser la tarea que el lector debe cumplir. Es una buena distribución de los roles. Y ese me parece el mérito más grande del texto.

jueves, 1 de diciembre de 2011

El asesino de chanchos, de Luciano Lamberti, Editorial Tamarisco, 2010, Buenos Aires.
San Francisco / Córdoda, de Luciano Lamberti, Editorial Funesiana, 2009, Buenos Aires.

Después de tanta búsqueda, cuando creí que todo estaba perdido, encontré a Lamberti, y por partida doble. En Eterna Cadencia el libro de Tamarisco, en casa del editor el de La Funesiana. No he reseñado mucha poesía pero creo que valía la pena intentar hacerlo por este hijo de carniceros cordobeses que todos elogian.

San Francisco / Córdoba, o el detalle de los buenos versos

Me resulta difícil porque la poesía pareciera condensar, y la narrativa es el movimiento contrario, extender. Por eso reseñar un libro de poesía también es complejo. ¿Para qué extenderse en una explicación aburrida de una idea cuando en los versos está la mejor versión, concisa y hermosa? En fin, veremos cómo resulta.
El libro se divide en cuatro partes. En la primera “San Francisco”, diecisiete poemas cortos conforman un cuerpo que parecen el resumen de libro de cuentos. Versiones poéticas de historias de pueblo del interior argentino. Para ser más exactos son historias, o los restos que deja una historia, o solo un momento, o solo un lugar. Así, en se cuenta sobre un profesor de karate, sobre el tonto del pueblo, sobre los preparativos de un padre que caza, sobre la visita de un alemán con su serpentario, sobre un accidente en Navidad que termina en el hospital, sobre la pileta del club, sobre los chicos que juegan en la calle, sobre el viaje en bicicleta a la escuela, sobre el suicidio del abuelo.
Es una enumeración tediosa, pero significativa para describir el mundo que es materia de la poesía de Lamberti en esta primera parte. Luego, en la segunda, “ Córdoba”, un poema largo de cinco páginas, esa mirada sobre el mundo de la ciudad, a pesar de ser similar, ya está distorsionada, apenas desfasada en una superposición de imágenes, sonidos y personajes, entre los cuales se puede identificar a un inmigrante de San Francisco que escribe poesía.
Luego hay un cambio notorio en la tercera parte, “Buceo en aguas cálidas”, un poema de más de dos páginas donde un lago es visto desde la orilla y luego desde el fondo del agua. Y ese cambio continúa en “La bañera”, dividido en seis partes o poemas cortos. En ambos las historias pasan a ser un detalle, un origen lejano, y lo esencial, el hombre y la naturaleza, irrumpen en un primer plano.
Un buen libro de poesía, que interpela a los lectores de hoy. Anoté algunos versos que me parecieron dignos de ser copiados porque muchos son una historia en sí mismos, o porque encuentran detalles preciosos en los lugares menos pensados.
-“ lluvia de liebres nuevas entre los surcos”. - “el olor a aceite de la escopeta”. - “las fotocopias se velaron como los ojos de un ciego”. - “una marca de agua en el espíritu”. - “Tenías en vos un parásito mortal”. - “Teros metafísicos cuelgan gritando del aire”. - “Sus rodillas eran piedras pulidas”. - “Y los perros lo llamaron toda la tarde. / Lo olían, horizontal, sobre el pasto.”. -“Resentirse como una fruta”. – “Estoy de un salto en mí. Salto hacia mí / desde fuera. Salto afuera del círculo. / Salta lo que soy dentro mío.”. (Muy Pizarnik, ¿no?) – “Soy uno de los que tiemblan bajo las hojas”. – “Uno en la bañera en la que flotan tus criaturas”. – “Quienes nacen en una selva de chillidos”. – “En cuclillas, hago planes”.

El asesino de chanchos, o cómo armar una metáfora

De extraña manera será más breve, creo, la reseña de los cuentos que la de las poesías.
El material es el mismo, ese interior agreste de un pueblo cordobés, sus historias trágicas, tristes, sus paisajes, los jóvenes que no encuentran el rumbo, o un rumbo de trabajo y pobreza, las charlas, gente solitaria, las conversaciones, las vacaciones, el calor del verano. Un conjunto de nueve cuentos que dejan en el lector la sensación que aquello de lo que quiere hablar Lamberti nunca será más que sugerido. En casi todos los textos se presenta un historia y luego otra, pero nunca el nexo que las unirá y les dará un sentido; como un metáfora inconclusa de la que se nos presentan las dos partes que el lector deberá relacionar.
En El asesino de chanchos, un joven huye de su casa en el interior a vivir con una amiga de la ciudad que terminará abandonando. El asesino es una noticia de los diarios. En Agua Viva una pareja en crisis invita a unos amigos de vacaciones a las sierras. El invitado descubre un vecino que huyó de Buenos Aires después de una tragedia y cría truchas. En Febrero, también en vacaciones y en las sierras, un hombre solo termina provocando un incendio y aparecen las fotos familiares de la mujer que le alquila la habitación. En La tortuga, unos amigos conversan en los días aburridos del pueblo, se cuentan historias extrañas, sobre un ovni, sobre el extraño clítoris de una gruppie de los Redonditos, sobre el capo de un internado, sobre la desaparición de una tortuga de dos metros en un patiecito sin tierra. Y en Una visita al señor, una abuela enferma y su nieto viajan a la casa de un sanador en medios de las montañas, pero el milagro marca más al nieto.
Hay otros cuentos que narran una historia más sencilla. En Una casa llena de insectos, un empleado de albañil que vive solo encuentra un perro que le cambia la vida. En Monocigótico, dos medio hermanos de familias paralelas viven unos días juntos. En El Arquero un joven que no sabe qué hacer de su vida decide aceptar la invitación de su hermano a una cena para conocer a una mujer. Y en El cazador, los galgos, la liebre; se suceden una serie de historias muy breves, casi descripciones, referidas a cazadores, a la loca del pueblo, a un niño con seis dedos, a otro sordomudo, y a una artista madura.
Es un libro corto pero intenso, cargado de historias, de personajes, de ideas, de buenos detalles. Cuentos bien contados, intrigantes, tensionados entre una sencilla historia y esas extrañas conclusiones a las que queremos arribar cuando nos encontramos ante algo que no sabemos cómo sería preferible explicar.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Poeta ciego, de Mario Bellatin, Mansalva, 2010, Buenos Aires.
Pájaro Transparente, de Mario Bellatin, Mansalva, 2006, Buenos Aires.



El asesino prófugo

Bajé en Retiro. ¿Por qué la Estación de Retiro está escondida en la Ciudad de Buenos Aires? Ya llegó el colectivo y todavía hay que atravesar un laberinto hasta encontrar la Terminal. Lo más curioso son los camiones que van por la mano contraria. Muchos con conteiners. Algunos, largos, con apenas dos rollos de láminas de acero. Parecen vacíos, se mueven pesados.
Los alrededores de la Terminal son una feria. Todos venden algo. Alfajores, bebidas que se enfrían en roídas cajas de tergopol, las marcas más conocidas en sus peores versiones pero a los mejores precios. Muchas cosas para celulares, muchos panchos sobre cartoncitos, mucho movimiento. Las personas comen mientras caminan, hablan con familiares lejanos mientras caminan, escuchan a otros, que desde un estudio climatizado creen sacarles una sonrisa.
Voy hacia el norte. Busco el barrio de Palermo. Algunas librerías cuya dirección copié de la página de Tamarisco. Estoy dispuesto a hacer lo imposible. La Barca libros, sobre Scalabrini Ortiz, frente a una placita. Lo busca en la computadora, frunce el gesto. No puedo evitar mirar las estanterías. Una mujer elige libros para su hijo, otra pregunta por una guía de New York y le ofrecen cuatro distintas. Es imposible mirar, todos los libros amontonados, y hay poco espacio, cuando giro entre las mesas siempre hay algo que mi mochila está a punto de tirar al piso.
La próxima se llama Lilita libros, sobre Santa Fe. No está. Se mudó a calle Paraguay. La persigo. La encuentro. Tiene muchas editoriales independientes, pero El asesino de chanchos no aparece. Hay una mujer, joven, en cuchillas, buscando algo en el estante de abajo. Mientras miro, le pregunta como diez veces al librero, desde filosofía hasta medicina y cocina. Ya lo tiene cansado, y sin embargo responde con amabilidad. Pero cuando es mi turno apenas contesta, sí, no, me cobra. Compré una novela de Incardona porque la librería es muy linda. Seguro voy a volver algún día.
Pensaba subir hasta Eterna Cadencia, y una que no conozco que se llama Perros y Románticos, ambas en calle Honduras, pero estoy agotado de caminar. Trazo un recorrido sobre la Guía T. Desemboco, sin querer, en El Salvador y Gascón: La Internacional Argentina. Rodeando el mostrador, pilas de libros de Editorial Mansalva. Los conozco. Una amiga me había prestado cuatro o cinco, pero no los leí, uno era de Aira. Pregunto por El asesino de Lamberti, porque tienen casi todos los de la editorial. No lo tienen. Me tientan las novelas, pero prefiero comprar los de Bellatin, que algunos dicen que escribe muy bien. En la otra mano tenía los de Bizzio, ya volveré, pienso. ¿Será verdad?
Después, un amigo llama a un amigo del autor. Le pide que traiga un ejemplar. Nunca llega, ni el libro ni el amigo.

Escritor prófugo

¿Dónde está Bellatin? Anda por ahí, y vive enviando novelas a las editoriales desde países lejanos: India, Alemania, Perú, México. Ya ha publicado más de veinte. Hijo de peruanos, mexicano, creador de una escuela de escritores donde no se escribe, fotógrafo, artista plástico, curador, organizador de eventos y obras de teatro. Muchas veces pasa por Argentina.
La introducción es tan larga porque el comentario es muy corto. Es que no me gusta la literatura que le gusta a Bellatin. Como la de Aira, por decirlo de algún modo, con quien suele compartir editorial. Una literatura en la que lo importante no es la historia, ni los personajes. Es literatura sobre otra cosa. Quintín elogia mucho Poeta ciego: “sus personajes se aman, se traicionan y se matan como en una tragedia enrarecida y barrial de Shakesperare”.
Poeta ciego, publicada por primera vez en el año 1998, trata sobre un niño que se vuelve una especie de profeta y líder de una secta, que luego, al morir el fundador, se convertirá en un grupo aún más radicalizado. En Canon Perpetuo, del libro Pájaro transparente, sucede algo similar, una mujer vive en un régimen estatal opresivo en el cual la persiguen en su edificio y en la Casa de las Voces. Parecidas las historias, ambas creo que aburren.
Los otros dos textos, Bola Negra y La mirada del pájaro transparente, son superiores a mi criterio. Más logrados, también ubicados en el extranjero, en un remoto país de oriente, y en Japón, cuentan historias que entretienen al lector y tratan los mismos temas que las otras: el dolor, el ascetismo, la libertad, el amor, la muerte, los libros. En el tono de una sencilla fábula casi siempre oriental, al menos en estos libros, se logra un efecto superior. Lo raro es ser un escritor raro es el último texto, especialmente escrito para este volumen, que se refiere al propio escritor y su oficio, parece reducir su público a la gente dedicada a la literatura.
Es una sensación extraña, porque durante la lectura los dos primeros textos llegué a pensar en el abandono, y sin embargo luego, sobre todo con Bola Negra, retomé la esperanza en los libros Bellatin, cosa que no sucede con muchos autores después de terminar un libro.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Porrovideo, de Jorge Alfonso, Casa Editorial Hum, 2009, Montevideo.



Las calles de Monte video

Es un extraño libro de cuentos, que podría leerse fácilmente como un texto más largo, casi una novela, si se quitaran los títulos, el cierre de cada texto. Es que los personajes son siempre los mismos: el principal, un tal Jorge Alfonso que cuenta las historias, y luego sus amigos, Javier, Tato y Julio. Después, “el resto es selva”, como reza el epígrafe de Guillén en la primera página: vecinos, parientes de amigos, un cartonero con un caballo blanco, vendedores de droga, patrones, compañeros de trabajo, desconocidos. Todo en el contexto un Montevideo algo extraño, alucinado, nocturno, lluvioso, marginal, claustrofóbico, visto a través de los ojos de la marihuana, la cocaína y el alcohol.
Quizás el mayor defecto del libro sea la cantidad de cuentos que contiene, diecisiete en total. Parecen muchos. Hay algunos más extensos, y otros de apenas una página. Entre los primeros están los mejor logrados. El primero “El aire del barrio”, donde se presentan todos en un evento singular que incluye el funeral de una rata al pie de un árbol. “Ingeniería de las naranjas salvajes”, que narra, en partes, los días en los que el escritor Alfonso trabaja en una empresa, al tiempo que podemos leer las poéticas anotaciones de su libreta. “Soledad a la manera de Chéjov”, donde la madre de un amigo, que mezcla whisky con pastillas, termina confesando sus más profundas angustias. “En busca del elefante blanco”, donde se cuenta una excursión a comprar cocaína en medio de la noche junto con un peligroso desconocido. Y “Pasando la lengua por la tristeza y tragando”, quizás el mejor, donde Alfonso y Andrés, esperan en la “amósfera” de un bar perdido, y luego caminan hasta una panadería a comprar medialunas.
Entre los más cortos, hay algunos que se destacan, como “Amor de los pobres hombres pobres”, que comienza como un típica discusión sobre el tamaño de los penes, aunque desde el punto de vista de una mujer, y termina en una tierna historia de amor. “El fiambre de cada día”, en el que el protagonista no puede parar de reírse frente a un almacenero que corta salame con una vieja máquina. “Navidad con gata anaranjada”, que culmina con una gatita muerta colgada de una cinta roja en la puerta de emergencias de una veterinaria.
También hay una serie donde el candombe y los tambores, son importantes: “Mi hermano y yo y la noche triste”, “Cómo se baila el candombe” y “El candombe final”.Entiendo que es un libro para recomendar. Los cuentos están bien escritos, buscan contar algo más que la simple historia; aunque muchas veces el narrador cree, equivocadamente, que eso que buscan los personajes se halla en los momentos mágicos que hay tras las drogas. Y es justamente eso lo que cansa.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Corona de flores, Javier Calvo, Mondadori, 2010, Barcelona.








Hace un año ya sabía de este libro, bastante elogiado por otros escritores. En ese momento lo encontré en una librería de Palermo, solitario, pero su precio era demasiado alto, y ahora resulta que lo venden a la mitad de entonces. De todas formas el costo de los libros es un asunto del que se discute en todas partes, ya que en Argentina son tan altos como en Europa. Acaso tenga que ver con que las ediciones son tan pequeñas y no es posible hallar otra solución para que los lectores puedan acceder con mayor facilidad a los libros, y los escritores a nuevos lectores.


Oscura y brillante Barcelona


Tengo que decirlo alguna vez: Me gustó esta novela. Contra mis propios prejuicios, aumentados al leer las primeras páginas, cuando me encontré con una historia de época, debo decir que ha sido una lectura agradable, algo inquietante, bien contada.
Calvo narra una historia que ocurre en Barcelona en el año 1877. Lo que ya es decir algo. Es todo un trabajo. El contexto, aquello que en cualquier novela de hoy se da por entendido o se explica con unos pocos detalles, está delineado por el autor de Corona de flores en base a documentos, o bien ficcionalizado pero siguiendo determinados rasgos. La arquitectura de la ciudad, la organización política y policial, el diseño interior de los hogares, la forma de vestirse de las personas, las armas, las cárceles, todo está en concordancia y en su justa medida, cuando el autor fácilmente podría excederse, tapando la historia o volviéndola muy lenta.
Otra cuestión en la que quiero detenerme, con respecto a la influencia de la época en que se sitúa la historia, es el condicionamiento que ello supone en un aspecto de la escritura como lo son las comparaciones, las metáforas, los recursos más literarios del escritor. Se vuelven por necesidad más comunes las referencias a la naturaleza. Es extraño, porque es algo textual, impuesto desde el texto, ya que lectores y autores pertenecen a otro tiempo que el de la novela (y gran parte de los lectores también a otro lugar), y sin embargo el verosímil impone condiciones. Hay algunos pasajes muy logrados, como la escena donde una multitud se agolpa a las puertas de la imprenta, y el dueño es llevado como un objeto por el mar, al tiempo que pierde un zapato; y en esa multitud, los niños juegan entre las piernas de los adultos como si lo hicieran entre árboles.
Con respecto al género, se podría decir que es un policial, o así comienza, buscando el asesino que aterroriza Barcelona con los llamados Crímenes de la Esperanza. Hay un inspector de nombre Semproni De Paula y su sanguinario ayudante Blai Boamorte, que solicitarán la ayuda de un antiguo médico policial encerrado por asesinato, el Trasgo, Menelaus Roca, verdadero protagonista de la historia, y sin dudas el personaje más logrado. Un gran acierto de la novela, que el mejor personaje sea el protagonista, el más profundo, el más inquietante. Es de quien más quiere saber el lector, y por extraño que parezca esto, no siempre los mejores personajes son los principales.
Después aparecerán muchos personajes secundarios, casi todos masculinos, un escritor de folletines que en esa época se confunden con historias reales; un adinerado diplomático de la alta sociedad que parece estar detrás de todo el asunto, un delincuente travestido que gobierna lo bajos fondos, un grupo de niños disfrazados con ropas circenses que circulan por la ciudad y sus catacumbas; un viejo inspector que caza osos, un médico especialista en venenos. La ausencia de mujeres, y de romance, es otra de las características de la historia: apenas una mujer niña que convive con Roca, deformada, y en el otro extremo la exuberante mujer del inspector que no piensa más que en estar con su amante, otro policía.
Una buena historia, con varias vueltas de tuerca, ya que cuando todo parece resolverse la trama da un nuevo giro. Personajes logrados, historias secundarias interesantes, el oscuro pasado profano amenazante en medio de un futuro industrial que ya comienza. Buenas razones para recomendar su lectura.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Gramática de la sombra, Jorge Consiglio, Norma, 2007, Buenos Aires.
El perseguido, Daniel Guebel, Norma, 2001, Buenos Aires.



Cuando me enteré que Norma dejaba de publicar ficción revisé entre los libros por leer, y había dos. Consiglio y Guebel. Ambos, recomendaciones del atento librero y editor de Eterna Cadencia. Ambos postergados desde hace tiempo. Me gusta que hayan pasado unos años desde su publicación (cinco y diez), para ver cómo se llevan con una lectura actual.


Hombre solo en Buenos Aires
Sobre Gramática de la sombra, de Jorge Consiglio.


No está bueno leer entrevistas a los escritores, porque en medio del análisis de la obra siempre se filtra un dato biográfico. En casi todos los casos esos datos despiertan simpatías o antipatías. La categoría que más me gusta es la de escritor que trabaja de otra cosa, y Consiglio es visitador médico, o lo fue en un momento, además de profesor universitario. También es poeta y cuentista, le gustan los personajes laterales, Onetti y Arlt, y le molesta la literatura pasatista. Demasiada información.
Lo de poeta se trasluce en el cuidado de la escritura. Tiendo a creer que un detenimiento excesivo en la construcción de la frase y las imágenes termina otorgando un dejo de extrañeza en la novela. Por supuesto que hay casos y casos, y que el límite es tan delgado como personal, pero en Gramática de la sombra el equilibrio por momentos se rompe y los párrafos, o incluso algunos diálogos se vuelen abstractos y pierden la referencia.
Con respecto a la faceta de cuentista de Consiglio, creo que es lo que más aporta al texto. Lo mejor de la novela a mi juicio no es la historia central sino las pequeñas historias paralelas que por un motivo u otro van apareciendo. La historia de la niñez de un amigo que se va a Brasil cuando su padre se separa, la historia de un tío de un compañero de trabajo que luchó salvando judíos del nazismo, el relato de una consulta médica de una mujer paraguaya que sufrió un aborto, la de un pastor que maltrataba a su hija y muere atacado por el perro da la familia, una extraña anécdota sobre un infarto de Aníbal Troilo que es resucitado por una curandera de pueblo, una historia de amor entre una renga que le roba el marido a quien la ayudó, y otra similar sobre un inmigrante alemán que ayuda a otro, peruano, que termina huyendo con la hija. Relatos muy logrados que dan a la novela otra densidad.
Con respecto a la historia principal de la novela, yo no sé qué sucede. Es muy extraño. En esta también hay un personaje que lo ocupa casi todo. Básicamente trata sobre un hombre solo en Buenos Aires, aquejado por la pérdida de su mujer y lo incomprensible de las enfermedades terminales. Escribe un diario como terapia para elaborar el duelo. El libro pertenece a lo que ya parece ser una categoría. Casos muy similares a Levrero con La novela luminosa, a Martini con Cine, sin ir muy lejos a la última de Coelho que reseñé la semana pasada, recuerdo la de Brindisi, Placebo, de Entropía, pienso en El pasado, de Pauls. Novelas de tono existencialista que repiten la fórmula de textos en los que no suceden muchas cosas más que la presencia de ese personaje, sufriente. Y algunos tópicos como el de espiar a una vecina, la observación de animales (palomas, hormigas, perros), la irrupción de la violencia extrema aunque no sea el eje de la historia, el detalle en las comidas, algún viaje al interior, y lo dicho, la enfermedad, la escritura.
El resultado, al menos en mi caso, es que como lector te terminas enfrentado a textos donde no suceden muchas cosas: son artefactos muy difíciles de poner en funcionamiento, lentas maquinarias que encuentran, en este caso, en las pequeñas historias paralelas, un oasis de ficción entretenida y buena.


Hombre solo en el mundo
Sobre El perseguido, de Daniel Guebel.

Es un libro viejo, ya han pasado diez años desde su publicación, quince desde que el autor comenzó a escribirlo. Y todavía está vivo. Apenas ha perdido un poco de ese brillo del que gozan los productos nuevos. Por lo demás, funciona perfectamente: entretiene, te lleva de un saque hasta el final, te hace reír, te hace pensar, te hace admirar al escritor. Todas cosas buenas.
Después están las malas. Es un libro de autor desconocido para el gran público y parece que su literatura es para gente de letras. ¿Existe la gente de letras? Lo que quiero decir es que no es una historia tradicional, todo lo contrario, se rompe la verosimilitud, la trama, nada de construcción tradicional de los personajes. Es un delirio atrás de otro, una mentira gigante, una locura total. Podría decirse. No se si importa, pero quien busque un novela que cuente una historia encontrará otra cosa.
Lo que hay es un personaje perseguido por el Estado, que vivirá situaciones de lo más disímiles. Será clonado, se exiliará en el desierto, en un hotel de hielo, en el fondo del mar; vivirá en un estudio cinematográfico, asesinará a un actor que iba a representarlo, se transformará en mujer y otra vez en hombre, tendrá un esposa y un hijo robots, será atrapado, acaso provocará el fin del mundo. Aunque nada de eso importe más que para hacer reflexionar al lector sobre dos temas recurrentes, el Estado opresor y la identidad.
Lo más importante, lo que más me gustó, es la voracidad por escribir, la necesidad que parece tener el autor de llevarse todo por delante con las palabras, aplastando la historia y sobre todos los personajes, un ola narrativa que los empuja, los deforma, los pone patas para arriba y cuando todo termina ya parecen un montón de muñecos destruidos.
Dos apuntes finales.
Antes esta novela no me hubiera gustado nada. Demasiado egocéntrica, habría pensado, un ejercicio literario inservible. Hoy, riéndome con algunas de sus imágenes, analizando sus reflexiones, puedo ver las cosas de otra manera: Pág. 43: Usted siempre es serio porque siempre se piensa importante. Quizás antes era eso. Y la risa, también, el humor siempre mejora las cosas.
Lo otro que quiero rescatar, para terminar, son algunas frases muy buenas. Dichas como al pasar:
Pág. 60: -¡Andá! ¡No te creo nada! – le decía Marcelito a Maaresta Tunturi (ya habían entrado en confianza). Pero cada noche, después de la cena y el café, le pedía que repitiera la historia.
Pág. 70: Ubaldo es un soñador. Para él, todo es negocio.
Pág. 144: - ¿Por qué siempre querés saber todo? ¿Desde cuando la verdad hace feliz a la gente?
Pág. 145: ¿Podía alguien creer un día en una cosa y otro día en la opuesta?
Pág. 126: -Nimporta. Cuando hablo y mastico al mismo tiempo se me desacomoda la dentadura postiza, ¡así que andá a saber qué dije! (la palabra nimporta está buenísima, y si es un error nimporta)
Pág 35: eran todas iguales, indias culonas y de tetas caídas, que ignoraban las ventajas de la gimnasia modeladora.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Un hombre llamado Lobo, Oliverio Coelho, Duomo Ediciones, 2011, Barcelona.


Los detalles del tedio


La historia que narra Coelho no está mal cuando se la resume.
Lobo, un oscuro inspector municipal de la ciudad de Buenos Aires, siente la necesidad de formar una pareja, conoce a una humilde mujer con quien se casa y tiene un hijo. Luego la relación fracasa, al mismo tiempo que se queda sin trabajo. Su mujer huye hacia el interior, y él comienza una búsqueda de la mano de un extraño inspector que lo llevará hasta Viedma y Carmen de Patagones. Allí, buscando a su esposa, se ve involucrado en un hecho sangriento, y luego es amparado por el caudillo del pueblo que le ofrece a su hija en matrimonio. Lobo vuelve a huir, y se instala con su nueva mujer en San Manuel, otro pueblo de provincia, donde transcurren los que serán sus últimos años de vida. Entonces la historia de Iván, aquel hijo que tuvo con su primera mujer, vuelve a tomar fuerza, ya viaja a San Manuel buscándolo.
Lo que sucede cuando la historia no se cuenta así, resumida, es que la novela es muy aburrida. Se demora mucho en nada. A ritmos muy desparejos. Lenta en su primera parte, y muy rápida luego, no sucede nada y de repente suceden muchas cosas. Y aunque quizás sea porque el tedio y la falta de motivación son características del personaje, el lector sufre ante un texto donde la historia no parece tener motores que la conduzcan hacia algún lugar. Por eso aunque en un resumen quede claro que se trata de una búsqueda de alguien abandonado, no es así en el texto, donde el personaje no siente amor por su mujer ni por su hijo, tampoco odio o venganza, nada.
Algo similar puede decirse sobre la construcción del personaje de la mujer de Lobo, Elena. Ella es una mujer humilde, que vive en un barrio muy pobre, con su madre. Lobo en cierto punto la desprecia por su condición, y solo la quiere para que sea la madre de sus hijos. Lo extraño es que por momentos el desprecio parece provenir no solo del personaje, sino también desde el narrador. Al igual que con el tedio de Lobo, que inunda todo el texto, trascendiendo el personaje, con el desprecio hacia Elena sucede algo similar. Para algunos será un mérito, para mí enrarece el texto.
Para terminar, tengo anotado en los apuntes de lectura algunas cosas:
-Página 157, por fin una escena donde pasa algo. Es un poco tarde.
-Repetición de la palabra orbitar, para diferentes situaciones, cuatro veces.
-Frases horribles: a) Por imágenes extrañas: “Lobo trató de dominar el trotecito de sus fantasías”, “desayunó la fragancia esquiva del dinero”, “humedeció con fluido la boca del ano”, “comerciantes sodomizados por la inflación”, b) por generalizaciones: “como todos los tullidos”, “los borrachos, además de los hombres desnudos, a veces obraban como delatores”, “La imagen mersa del lujo de provincias acoplado al espíritu de Las Vegas” c) Por desconocimiento de las cosas: “dos perros dormían boca arriba al sol”, “armen la pira de nuevo”.
No es que uno sea un perfeccionista o un obsesivo por los detalles, pero ¿cómo hace un perro para dormir boca arriba? ¿y dos al mismo tiempo? ¿quién le dice pira al fuego del asado? Y para ir un poco más allá, ¿Quién fue el descuidado editor al que le da lo mismo poner un cadillac amarillo en la tapa buscando ilustrar el naranja tan particular de los chevrolet que aún circulan por nuestro interior?
En fin, que no me gusto está claro. Y que me molestaron algunas cosas, también. Me pregunto cuanto me molestará una crítica parecida cuando haya publicado un libro.

viernes, 9 de septiembre de 2011

El huésped, Guadalupe Nettel, Anagrama, 2006, Barcelona.






Ciudades de una cosa

Los marcadores que regalan en la librería Böhm son de dos tipos. Unos tienen una foto del bosque, y los otros, una del edificio original. Se trata de una típica casa de comerciantes en la Costa Atlántica Argentina, de dos pisos, arriba la casa de familia, y abajo, el comercio. Lo curioso es que el edificio del marcador está solo, no hay nada a su alrededor, ni otras casas, ni árboles, ni nada. Hoy el edificio continúa siendo el mismo, en plena Avenida 3 de Villa Gesell, donde los carteles de las marcas más importantes del país hacen temporada. Allí, en medio de todo, espera lectores Böhm. Una buena librería, con estanterías bajas, con una cuidada selección de títulos entre los cuales siempre hay uno interesante.
Escribo esto, pienso en esto, creo, porque ando a las vueltas por Buenos Aires. Y ya no quedan aquí rastros de cuando esta ciudad enorme era, no digamos un poblado a orillas de un río, pero al menos una ciudad donde se podía vivir. Un amigo me contó el otro día, mientras esperábamos un micro en Retiro, que cuando vivía en México tuvo que acostumbrarse a que cada día solo podía hacer una cosa, no alcanza el tiempo para más, treinta millones de personas, el tráfico, en fin. Discutíamos si Buenos Aires ya era así. Entonces Gesell, hace trienta años, libros parece un paraíso.
Buenos Aires, un café del Abasto, o por ahí, me encuentra con El huésped, de Guadalupe Nettel, un libro que busqué bastante hasta encontrarlo en Gesell, para leerlo mientras espera para hacer una cosa en Buenos Aires. Lo abro, y aparece México. Qué extraño.



La Cosa ataca de nuevo

La narradora, Ana, comienza contándonos su infancia. Y luego, de repente, ya es adulta. Es un tema difícil, porque cuando es una niña está un poco fuera de lugar esa voz, la construcción de la voz de una niña no es tarea sencilla. Cuando crece, el tono se corresponde un poco más a la edad de quien nos cuenta la historia.
En la infancia Ana descubre que otro ser, a quien llamará La Cosa, vive en ella. Cada tanto esa otra presencia de adueña de Ana, con malas intenciones. Así, no sabemos cómo, pero pasa a ser la culpable de la muerte de su hermano Diego. Después el padre abandona a Ana y a su madre. Y ya en la adultez, cuando Ana comienza a trabajar en un instituto para ciegos, cree descubrir en una sociedad secreta del subterráneo mexicano su verdadero lugar en el mundo y la explicación a su doble personalidad.
En realidad se trata de una historia extraña, lenta, casi aburrida. Con un personaje que insiste una y otra vez en la amenaza de La Cosa, pero que nunca despierta en el lector un verdadero interés. Los personajes secundarios muy desdibujados, sin profundidad. El tema, poco interesante. Y además un lenguaje plano, insípido, donde las pocas metáforas sobresalen y nos dejan con ganas de más (tíos inflables para emergencias como velorios; el padre caminando alrededor de un charco de ausencia; la punta de un bastón de ciegos comparada con el hocico húmedo y negro de un perro).
La novela quedó en tercer lugar en el concurso de la editorial, y se destaca que es la primera novela de la autora, luego de dos libros de cuentos. Me preguntó si será la primera novela que escribe o que publica. Si fuera la que escribe pareciera comprensible ya que es un texto con buenos momentos, pero con algunas fallas que la vuelven previsible y lenta.

martes, 30 de agosto de 2011

Formas de volver a casa, Alejandro Zambra, Anagrama, 2011, Barcelona.





El amor en las calles de Chile

Qué lindos son los libros de Anagrama. Primer mundo. Hermosas fotos, el papel, hasta los espacios. Además el prestigio del catálago. Se llega a pensar que merecen el su precio en euros. Y además están todos los autores que todos queremos llegar a ser. Sin embargo, más de una vez nos encontramos con textos que no justifican los elogios. Entonces la decepción es más grande de lo habitual.
Eso me ha sucedido con Zambra. El Malherido lo recomendó, incluso sus libros anteriores, parecía imposible errar. Y es que los poetas son una raza aparte. Hablan otro idioma, en otro mundo, con otras palabras. Formas de volver a casa es la obra de un poeta. Una novela escrita por un poeta, la misma sensación que al leer una poesía: imágenes sucesivas, hermosas, joyas encontradas en medio de la oscuridad de la mina, y la historia, por detrás, apenas una línea de hechos que dejan ver una historia.
Es un niño, al principio, y luego un escritor, alguien muy parecido al autor, también chileno, que cuenta su infancia y luego su vida adulta a partir del hecho de conocer a una niña que luego será su amante. En medio está la sociedad y su relación con la política, la dictadura y las personas, las que estaban involucradas con la resistencia y las que pasaban de toda opinión. Al principio, y al fin, del libro y de la historia, los terremotos que sacudieron Chile, cerrando una especie de círculo.
También hay literatura de la literatura, por decirlo de algún modo, en las últimas páginas, donde el personaje se vuelve otro personaje y la mujer es otra mujer, y la historia parte de otras historias. Pero ya no importa, creo, porque son cosas que se saben, sabemos que todo es ficción, o que todo pudo ser real. No me gustan los libros con literatura, ni con personajes escritores, y ya me cansan también los niños narradores (como he explicado sobre otros libros), así que todo junto parece demasiado.
Entre lo bueno -porque hay cosas buenas-, está el tono con el que narra Zambra, austero, amable, y en medio, un poco de poesía. Eso está muy bien. Y después, que las historias de amor terminen tan mal, eso también está muy bien y es muy lindo. La desgracia del amor, la soledad, la indiferencia profunda. Mal para el personaje, o para el escritor, bien para la literatura.De la dictadura chilena no voy a decir nada, ni de las opiniones. Porque de eso no trata la novela, eso es el fondo de la cosa, la historia en la que vivimos. La novela trata del amor que alguien creyó encontrar caminando por la calles de una ciudad chilena.

domingo, 21 de agosto de 2011

Breves apuntes de autoayuda, Fabián Casas, Santiago Arcos, 2011, Buenos Aires.
Los Lemmings y otros, Fabián Casas, Santiago Arcos, 2010, Buenos Aires, Tercera edición.



Boedo antiguo y más allá

La librería: Compré varios libros en la pequeña y hermosa El gato escaldado, de Avenida Independencia 3548, en la ciudad de Buenos Aires. Después de leer algunos, caí en la cuenta que Los Lemmings y otros estaba entre ellos. Entonces el universo cerró su perfecto círculo sobre Boedo, escenario de los cuentos de Casas, y contexto de una librería que comparte con este escritor la amabilidad, la debilidad por la literatura y sus alrededores, la preferencia por lo importante.

El combustible puro
Sobre Los Lemmings y otros

Este pequeño libro ya tiene la fama de un clásico. Un clásico de hoy, podríamos decir. Lo he visto comentado en una revista literaria de España, en un blog de Bolivia, en una lista de promesas literarias.
Se trata de un conjunto de cuentos cortos cuyo epicentro es un grupo de amigos en el Boedo de finales de los años setenta. Las tramas comprenden la infancia, la adolescencia y la vida adulta de quienes pertenecieron a La barra de Boedo. Ellos son Máximo Disfrute, su líder; Andrés, los hermanos Dulce, el japonés Uzu, el tano Fuzaro, Chumpitaz, el gordo Noriega y algún otro que se menciona de forma lateral.
Los cuentos como Los Lemmings, Los cuatro fantásticos y el Bosque Pulenta tratan sobre ese universo, los días en la escuela, la historia de las parejas que fue teniendo la madre, la aparición y desaparición del líder de la barra. El narrador en todos los casos cuenta desde el punto de vista de un niño, lo que plantea la dificultad para el escritor de respetar la estructura de pensamiento de un niño, ya que siempre se trasluce la mirada desde otro tiempo, el del verdadero escritor, siempre futuro con respecto a la época del texto. Sin embargo creo también, y es justo decirlo, que son detalles en los que nos detenemos los escritores y no mucha más gente.
Hay otros dos cuentos, los Apéndices al Bosque Pulenta, que retoman sobre los mismos personajes, pero ya adultos. Dan algo de claridad a toda la saga y nos presentan otra parte de la historia, cuando el país, como dice Nancy Costas, ya los cagó a sopapos.
El otro conjunto de cuentos podría enmarcarse en la categoría Adultos. Historias en el mismo contexto de Boedo, o Buenos Aires, con personajes ya mayores casi todos trágicos, barriales, profundos: un portero acusado de asesinato en Asterix, el encargado; un joven escritor que se encuentra con otro consagrado e insoportable en Casa con diez pinos; un ex montonero de regreso al hogar de su madre enferma en La mortificación ordinaria; y un viudo solitario que parece ir perdiendo sus facultades mentales en El relator.
En fin, un recomendable libro de cuentos, condesando, cargado de historias, sensaciones, de momentos donde se descubre la verdad, y las mentiras, de historias trágicas y sensibles. Hecho de ese combustible que el autor reconoce como el más puro de la vida toda. Un universo personal, que no duda a la hora de utilizar palabras e imágenes del cine, la música, el budismo, los comics, la tradición barrial más marginal, la literaria más culta. Un libro amplio y generoso.

Los guisos del maestro
Sobre Breves apuntes de autoayuda

En varias oportunidades Casas se refiere a los textos, películas o canciones como guisos que se van preparando de diversas maneras, de diferentes formas, con distintos ingredientes y condimentos. Es una buena manera de intentar explicar la complejidad de las obras, una manera argentina además, qué es de lo que trata este libro.
No vaya a pensar el lector que es en verdad un libro donde se explica cómo vivir. Salvo que el lector sea, además, otra vez, un escritor, y entonces se podría decir que lo va a ayudar. Pero tampoco, porque en ese caso la lección es simple, no hay mucha solución, es lo que se sabe, todo termina en la muerte y hasta poco importa el arte.
En fin, de lo que trata es de básicamente de escritores, de músicos, de películas y de algunas celebridades. Son textos cortos, condensados, muy bien escritos, y lo mejor, con cierto humor que hacen que el libro se lea de un tirón. Y hacen que luego se vuelve a leer a saltos, en voz alta, en lo posible frente a un amigo con el que se comparten códigos, ideas.
Es difícil adivinar el contenido de los textos por sus títulos, saber de qué tratan, y también hacerlo leyendo los primeros párrafos, ya que en general Casas comienza el análisis desde un costado, contando una película para hablar de un libro, una historia de barrio para hablar de un escritor, sobre un autor para hablar de otro.
Los escritores a los que se dedica son Borges, tan eterno tomando un café; J M Coetzee, uno de los escritores en activo más importantes del mundo; Roberto Bolaño que sigue escribiendo después de morir; Cormac McCarthy en un análisis profundo de sus obras que creo haber leído en el suplemento de Perfil; Raymond Carver según la versión de su esposa; César Aira que al parecer ha ido demasiado lejos al meterse con los comics; Gustavo Ferreira, un perturbador escritor argentino; Salinger que escondía sus novelas en un caja fuerte tan grande como una habitación; Charlie Feiling un escritor argentino que murio a los 36 años; el turco Orham Pamuk que escribe al parecer como un animal; y Fogwill, para quien elige las palabras más bellas: un león despeinado, mejor persona que escritor.
Después están los poetas: Joaquín Giannuzzi, amigo sencillo y gran compañero; Ricardo Zelarayán, entrerriano y casi músico de las palabras; Philip Larkin, un rutinario poeta inglés que luego logró la fama; Sylvia Plath que en Londres escribía -y sabía que lo hacía-, la mejor literatura que se puede escribir; y Francisco Madariaga un poeta que encontró en Corrientes poesía por doquier.
También hay que mencionar a los músicos, porque reciben el mismo trato en tanto que artistas, al igual que sus obras. Andrés Calamaro; Fernando Cabrera, un músico uruguayo de culto; Peligrosos Gorriones en su recital de regreso; Spinetta con todas sus formaciones musicales; Led Zeppelín y su oscura afición a la magia negra.
Un libro profundo, al que le caben sucesivas lecturas. Donde conviven Spinoza, Schopenhauer y Gilles Deleuze con Tinelli, Maradona y Fort. Donde aparecen como fantasmas los amigos de la infancia, algunos personajes de Los Lemmings: un mecánico, un bibliotecario, Román con su moto, un boxeador con pasado casi glorioso, Delfor con sus bocadillos para conquistar mujeres.
Todo esto, que puede parecer demasiado y difícil de hacer convivir, tiene en el universo de Fabián Casas su exacto lugar. La justa combinación de una receta perfecta, cocida por la sabia mano de un Yoda urbano, karateca, calvo, no verde, sino morocho, mestizo y lateral, inconfundible maestro a la vista de quien sepa reconocerlo.

viernes, 29 de julio de 2011

El ruido de las cosas al caer, Juan Gabriel Vásquez, Alfaguara, 2011, Buenos Aires.





Esta novela ganó el Premio Alfaguara. La editorial publica, al final del libro, un listado con su respectiva foto de los premiados desde 1998. Parece un catálogo de best sellers. Me sorprendió descubrir que en mi biblioteca descansan varias de esas novelas: una de Ramírez, una de Poniatowska, otra de Neuman. No he leído ninguna pero evidentemente esa extraña estrategia hacer confundir la buena literatura y los libros muy vendidos o premiados, funciona.


Cuando chocan los aviones

Es una novela muy al día de hoy. Y es una novela bastante buena. Trata de Colombia después de los años más pesados del narcotráfico. Las secuelas que la violencia dejó en las personas, en su historia personal. Y en medio de las catástrofes de la cárcel, los asesinatos, los accidentes, y la pobreza, se cuentan dos historias de amor.
El protagonista es un joven abogado que conoce, jugando al billar, a un aviador y ex presidiario. Se hacen amigos y luego sufren, ambos, un atentado de los que todos hemos escuchado: dos jóvenes en una moto los balean. Ese incidente obviamente cambia su mundo y a partir de allí se inicia una especie de investigación del pasado. Es ese hecho el motor de la historia, aunque en algún pasaje del libro, con un salto hacia el pasado, se narra otra parte de la historia, donde el origen del narcotráfico es el contexto de un amor.
Creo que es eso lo que tiene de libro con aspiración de best sellers, contar sobre un tema del que cualquier persona ha escuchado pero no con tanta profundidad. Y va a funcionar. Como escribir sobre el atentado a las Torres Gemelas, o el asesinato de Kennedy, digamos.
Aunque es justo decir que el tema no hace buena o mala una novela. Se puede escribir una de las mejores novelas de la historia y quizás trate sobre un solo día de la persona más normal del mundo. En fin, que aburre un poco, porque la intriga sobre el pasado no es tanta ni tan importante, y en un momento, como dije, se deja de lado. Y las historias de amor tampoco están muy elaboradas, sino que nada mas suceden o dejan de suceder. Y en medio de todo, el cuerpo del texto, lo que está más escrito, son las descripciones: de aviones, de caminos, de colmenas, de casas, de personajes sin importancia, de telesféricos, de todo se da detalle y color, explicación, y a mí me aburre especialmente.
Dicho lo peor, y también que es buena, queda la sensación de que la novela es mejor al principio que después, y ya casi te tiene otra vez tras sus pasos y nada. Y así va y ya termina. No está mal, pero parece que va a estar mejor. Y eso es casi imperdonable.



Librería: la novela la compré en El Atril, en Tandil, es una de las dos que hay en la ciudad. Es una librería muy grande, tiene un segundo piso dedicado solamente a literatura argentina y extranjera que está bastante bien porque las estanterías son bajas y se pueden ver todos los libros. En esa habitación se encuentran libros viejos y novedades, lo que permite, por ejemplo, comprar –como me pasó con Martoccia- una novela de este año y otra del mismo autor de hace cuatro años, que en términos de literatura pareciera otro siglo. Lo negativo son los libreros, que se comunican con las sucursales de otras ciudades vía Spyke y en lugar de atender hacen chistes sobre el título de los libros y otras pavadas.

lunes, 18 de julio de 2011

Impuesto a la carne, Diamela Eltit, Eterna Cadencia, 2010, Buenos Aires.






Literatura enferma


Es tan extraño lo que me ha sucedido. Quien lee y busca libros, en general, tiene listas de recomendaciones. Está atento a breves comentarios de otros críticos o escritores. Le pregunta a los mismos libreros, aunque cada vez queden menos. También está el tema de las editoriales y las colecciones, que siempre son un buen indicio. Entonces cuando uno compra ya sabe qué es lo que está comprando, incluso, en muchas ocasiones, cuál es la historia y hasta cómo está escrita. Bueno, que ha sucedido algo extraño, decía, porque como sabemos todas esas cosas es muy raro que terminemos comprando algo que no queremos o que no esté en la línea de nuestros gustos.
Hace no menos de siete u ocho años que espero un libro de Diamela Eltit, desde que leí una crítica a una novela suya que se llamaba Los trabajadores de la muerte. Ahora sé que ha escrito una docena de novelas desde 1983 hasta hoy. Muchísimo. Y justo vengo a empezar por ésta.
Es que Impuesto a la carne es terrible. Aburrida, lenta, un ejercicio de escritura en el que la consigna parece ser no desarrollar personajes, no contar una historia, no tener en cuenta al lector.
En primera persona una hija cuenta la desventura de vivir junto a su madre la necesidad continua de ser atendida por los médicos. Madre e hija, ya ancianas, parecen compartir un mismo cuerpo, aunque por momentos se indique que no es así. Y recorren los hospitales en busca de la atención de los médicos, que no son simples profesionales sino quienes deciden el futuro de los pacientes o fans. El comercio de órganos y sangre, las esperas, los engaños, el comportamiento de las enfermeras, la prohibición de mencionar la palabra “hambre”, la muerte de otras enfermas, son los acontecimientos más importantes.
Fuera de los hospitales no se adivina mucho más: una revolución al norte, las barras de hinchas. La protagonista sale sólo una vez a la calle y se encuentra con una prima. Se trata de Chile en un tiempo cercano al bicentenario de la patria, la misma edad de la madre anarquista. Y recién en la página 166 mencionan la posibilidad de volver a vivir a una de las comunas en las que ya vivieron antes.
En fin, un libro parecido, en lo formal, a aquellos eligen un narrador cuya comprensión de la realidad es parcial, como en Faulkner; en el libro Las primas, de Venturini; o en El curioso incidente del perro a la medianoche, de Hadoom. Pero esa visión sesgada de la realidad nos narra una No Historia, que me recordó a El proceso, de Kafka, lo que hace un lectura muy difícil de sobrellevar.
Sé que detrás de Impuesto a la carne hay una metáfora de los años de represión en Chile o en toda Ameríca Latina, aunque no funciona. Sé que Eltit tiene mejores novelas, y que pronto me cruzaré con alguna de ellas. Sé que Eterna Cadencia es muy selectiva con sus autores y sus textos. Pero en Impuesto a la carne algo falló.



Librería: la novela la compré en El Ateneo, de La Plata, no recuerdo el precio. Está bastante buena, y tiene empleados poco molestos que no dicen nada cuando llevas un libro al scanner para saber el precio. Y las bibliotecas no son muy altas y casi se pueden leer los títulos en el último estante.

lunes, 27 de junio de 2011

Barrefondo, Félix Bruzzone, Mondadori, 2010, Buenos Aires.
Los topos, Félix Bruzzone, Mondadori, 2008, Buenos Aires.





Bruzzone, junto con Vanoli, creo, Incardona, Budassi, Gorodischer, Falco, son escritores y editores de Editorial Tamarisco. Luego, o al mismo tiempo, fueron publicados por Mondadori, Interzona, y alguna otra editorial. Lo menciono porque en Barrefondo hay una especial mención al árbol que da nombre a la editorial: Así, medio arbusto, hoja finita, rama finita; fiero, fierazo…son como yuyos grandes. Y en alguna solapa de sus libros: arbusto de ramas delgadas y flexibles. Corteza agrietada y resistente. Libros que admiten cualquier inclemencia verbal; fijan dunas y sujetan márgenes. Una buena imagen para un proyecto que ha generado espacio para escritores jóvenes que ya son parte de la buena literatura argentina.


Un escritor en el conurbano

Me parece mejor Los topos y me gustó más Barrefondo. La primera es una novela más consistente, donde el autor escribe más. La segunda apenas una novela corta, casi sin trama, como una descripción larga cargada de oralidad. Pasa mucho, hay veces que uno sabe que hay más esfuerzo y trabajo, que un texto tiene, por decirlo de algún modo, mayor profundidad, y así y todo no hay caso, preferimos el que nos lleva rápido y sin darnos oportunidad de detenernos hasta la página final.
Barrefondo cuenta poco, más bien se describe la vida de Tavo. Él mismo va narrando, en primera persona, sus días en el conurbano bonaerense limpiando piletas. Tiene una historia de abandono en el interior de la provincia que por extraña es interesante, y luego cuenta sus trabajos en la ciudad como parrillero, la forma en que conoció a su pareja, la vida de sus amigos, un soldado, un compañero peruano, un patrón que emigró al norte, el accidente de su hijo, y al fin cómo se involucra con unos ladrones y los problemas que eso le trae con la policía y su familia.
El tema de los desaparecidos y los militares se desliza en un trasfondo lejano, por la proximidad a Campo de Mayo y a un personaje secundario, amigo de su abuelo, que es militar. Más importante es la violencia cotidiana de la ciudad, la pobreza de los jóvenes que se buscan la forma de sobrevivir con trabajos mal pagos, la cercanía a la delincuencia, la corrupción de la policía, y el deterioro de las relaciones personales en ese contexto.
En cambio en Los topos todo comienza con un personaje que es hijo de desaparecidos y fue criado por su abuela y tiene una novia que milita en la agrupación Hijos. Sin embargo cuando parece obvia la dirección del relato en cuanto al tema de la búsqueda de su identidad, se separa de su novia y se va a vivir a la casa de su infancia sin saber a quién pertenece. Luego se enamora de un travesti que mata policías, a quién perseguirá hasta el sur del país, a Bariloche. Es entonces cuando la novela deja el tono realista para entrar en un mundo de extrañeza y ensueño, donde desfilan personajes como un ex-boxeador violento, el travesti mata policías que también resulta ser hijo de desaparecidos, dos enanos adinerados que organizan orgías, y el propio protagonista que también cambia de sexo.
Un final de novela al estilo de Aira, que cambia de manera radical el registro del texto para darnos la libertad de pensar profundamente los temas de la búsqueda de la identidad, la violencia y las decisiones personales en cuanto a lo que cada persona quiere para su vida.

viernes, 24 de junio de 2011

Pinamar, Hernán Vanoli, Interzona, 2010, Buenos Aires.
Varadero y Habana Maravillosa, Hernán Vanoli, Editorial Tamarisco, 2009, Buenos Aires.




Extrañas vacaciones

Son dos libros muy buenos. Y extraños. En ambos Vanoli cuenta historias que transcurren en medio de viajes o durante las vacaciones. Son textos cortos, uno de cuentos, y el otro una novela que se lee de un tirón.
Varadero y Habana Maravillosa, el relato que da título al libro, cuenta la historia de un familia que va de vacaciones a Cuba; Funeal Gitano narra el conflicto amoroso en un grupo de jóvenes militantes; Castores, la relación de unos turistas con dos hermanos en la Patagonia que quieren emprender un negocio turístico; y Eugenia volvió a casa, el regreso de una hermana que trabajaba en el Caribe.
Son cuentos contados con un lenguaje sencillo, directo, casi transparente, donde las cosas solamente van sucediendo. Lo más interesante con los pequeños detalles que sitúan cada relato en un futuro impreciso, parecido a nuestro tiempo, pero con diferencias que cambian el contexto en el que transcurren las historias. No es ciencia ficción, sólo futuro. Y los temas son las relaciones familiares, entre padres e hijos, entre hermanos; el sexo, sobre todo en Varadero y Habana Maraillosa, y cierto clima represivo que amenaza desde los bordes de cada historia.
Hay asuntos que le van bien a la literatura, como el amor imposible, la muerte del padre, los hijos que se van de su casa, los viajes, y también, parece ahora, después de leer a Vanoli, podríamos sumar las vacaciones. ¿Qué tienen de especial? Que aunque los personajes son los mismos, cambia el contexto, las reglas, y el ánimo, por así decirlo.
Pinamar está escrita en primera persona, pero desde el punto de vista de dos narradores, los dos hermanos que cuentan parte de su historia, el segundo a través de un diario que su hermano reescribe. Primero en Buenos Aires, y luego en Pinamar. Llama la atención en particular la visión de uno de ellos, un joven que asistía a una universidad privada y la ha abandonado sin decírselo a sus padres, al tiempo que reniega de un país tercermundista como la Argentina, que vive la crisis del 2001. La voz del otro hermano está un poco más desdibujada, y quizás sea el único problema del texto, que por momentos se confunde la identidad del narrador. Lo que es entendible, porque cuando se narra en primera persona, con más de un narrador, y ambos son parecidos, es muy difícil desde el léxico marcar las diferencias y que los lectores puedan percibirlas.
Lo mejor de la novela es que se leen muy pocos narradores desde el lugar dónde cuenta Vanoli, un joven de clase alta, que odia los policías, los peronistas, los militares ignorantes, la cocaína, los negros del conurbano, los negros de Villa Gessell, y que quiere que Estados Unidos intervenga el país poniendo un gobierno. Es, en algún aspecto, parecido a Pablo Ramos, con esos personajes con dinero siempre a punto de explotar. Un verdadero hallazgo el punto de vista del narrador, los detalles, los hábitos de la clase social, sus miedos, sus mentiras, su desesperación por casarse, por salvar el dinero del corralito, por las apariencias.
Hay en la novela, hacia el final, una intriga, acaso policial. Y también un juego con la identidad de uno de los personajes. Es Pinamar una novela extraña, sobre vacaciones, en un territorio donde las personas pretenden vivir los mejores días de sus vidas, pero terminan dándose de frente con la cruel realidad de sus existencias.

martes, 14 de junio de 2011

Desalmadas, María Martoccia, La Bestia Equilátera, 2010, Buenos Aires.
Sierra Padre, María Martoccia, Emecé, 2006, Buenos Aires.



Fui a comprar Caravana, un libro de cuentos reeditado por La Bestia Equilátera en el 2009, y del que había leído una serie de críticas de Quintín, donde hablaba casi de cada uno de los cuentos. Me encontré con su última novela, y también con la anteúltima. Yo prefiero las novelas, y dos juntas parecía demasiado bueno. Pero hoy me entero que forman parte de una trilogía, junto con Los oficios, de 2003, un libro que no encuentro. Así las cosas, todo iba muy bien, y ahora resulta que será una crítica un poco incompleta.


Las voces y el cerro

Las dos novelas tratan de lo mismo, como una continuidad, pero también con los cambios que supone, creo, escribir un libro cuatro años después del otro. En Sierra Padre todavía hay un narrador que va hilando las voces, armando el relato, y en Desalmadas ese narrador casi desaparece para que las voces de los personajes cuenten sus historias. Esto por momentos hace difícil de seguir el relato, porque los personajes aparecen y desaparecen, nos enteramos de ellos por su propia voz, pero hablando de otros, o por la voz de otro que los nombra al pasar.
Se trata de novelas corales, sin personajes principales pero tampoco secundarios, unidos por un lugar en común que es un pueblo en las sierras de Córdoba por donde todos pasarán en algún momento.
Y en eso de un mismo lugar, las referencias podrían ser Onetti o Faulkner, pero a mí me recordó la literatura de Puig, más rural, o el libro El secreto y las voces, de Carlos Gamerro. Aunque lo que más me gustó recordar fue la lectura de los primeros libros de Héctor Tizón, esa idea de escritor aparte del montón, contando la Argentina interior, plural, rural, con personajes tan parecidos a las personas que allí habitamos.
Ese es el mérito más grande de ambas novelas, poder describir, sin hacerlo, la esencia de las personas y su forma de vivir, tan sólo dándole lugar a sus voces. Una vieja bruja a la que le gustaría vivir en un nido o en una vizcachera, y que aún así sabe todo sobre la vida de quienes la visitan. Tres hermanas de la ciudad que buscan la forma de conseguir dinero para no terminar sus últimos años en la ruina Un comisario galán que tiene a sus presos como amigos en la comisaría. Ladrones que se enamoran, que se prostituyen en la ciudad, que se van a vivir con una mujer y su hija discapacitada en Barrio Norte. Un empresario que luego de casarse con la reina del lugar, deja todo porque cree entender mejor la vida desde que tiene un caballo. Un borracho perdido que termina viviendo con un jorobado cuando lo deja su mujer y muere su hija. Un nuevo vecino que compra tierra para sembrar arándanos pero no puede sacar de su quinta a un viejo que vive allí desde siempre.
Dos novelas quietas, donde vivimos la ilusión de que no se construye sino que se descubre la vida de personas ya existentes. Novelas corales, que intentan mostrar las diferencias de los que viven en el campo y los que se van o habitan la ciudad; de los ricos y los pobres que se aceptan o buscan fortuna; de los felices y los infelices sin remedio, de los jóvenes inquietos y los viejos resignados. Novelas sin juicios, sin miedos de mostrar a unos, y principalmente a los otros. Una literatura profunda, rural, inteligente, recomendable.

martes, 7 de junio de 2011

El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, Patricio Pron, Mondadori, 2011, Buenos Aires.
El comienzo de la primavera, Patricio Pron, Mondadori, 2009, Buenos Aires.
Una puta mierda, Patricio Pron, Cuenco de Plata, 2007, Buenos Aires.




El escritor y sus mundos

Hace un tiempo que estoy preparando este texto sobre Pron, y ahora resulta que ya ha publicado un nuevo libro. Es una novela sobre su historia familiar, titulada El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia. Podría esperar a leerla para completar todas sus últimas obras, pero si hago así esto no termina nunca. De todas maneras, antes ya había publicado dos novelas, Formas de morir, de 1998, y Nadadores muertos, de 2001; y los libros de cuentos Hombres infames, de 1999, y El vuelo magnífico de la noche, de 2002. Todos libros muy difíciles de conseguir en Argentina.
La primera reflexión, entonces, es con respecto a los géneros, las formas. Una puta mierda es una novela corta en tono de farsa. El comienzo de la primavera, una novela larga con contenido filosófico. Y El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan, un libro de cuentos. Tenemos que agregar la última, biográfica. Los libros no se parecen mucho entre sí, y quizás eso sea lo que los coloca en una serie, más allá del nombre del autor.
Patricio Pron tiene apenas 36 años. Y se nota que ya es un escritor de oficio. Vive en España, pero antes ha estudiado en Alemania, donde se ha doctorado en filosofía. Además creo que es un de los más lúcidos críticos literarios, siempre atento a lo nuevo y sin los prejuicios de los más viejos. Pueden leerse sus artículos en el portal del diario ABC, en el del Boomeran (g), y también en su página personal.
El asunto es que es muy difícil hablar mal de la buena literatura. Es incómodo. Descortés. Se corre el riesgo de quedar parado en la vereda por la que circulan aquellos que siempre tienen algo en contra que decir sólo para diferenciarse. Y también de no ser justo, porque al fin y al cabo, qué queda entonces para la mala literatura.
Pero bueno, tampoco se puede andar diciendo mentiras sólo para repetir lo que dicen todos y no quedar fuera de foco. Todos dicen que El comienzo de la primavera es una gran novela. Y el asunto es que no me parece para tanto. Es profunda, bien escrita, y sobre un trasfondo interesante, que es la cultura alemana y el recuerdo del nazismo y sus protagonistas. Pero a la vez, por momentos es difícil de seguir, no suceden muchas cosas, y habla mucho sobre filosofía alemana, tema que para quien no conoce es realmente insoportable.
Es la historia de un profesor argentino que viaja a Alemania para conseguir el permiso de traducción de los libros de un filósofo. Esa mirada ajena, del extranjero, parece describir a cada paso la tensa calma de una sociedad que oculta historias del pasado y latentes miedos del presente. Acompaña esta mirada un lenguaje también algo extraño, propio de un escritor fuera de su lugar, aunque he leído que el propio Pron preparó dos versiones, para ser publicadas en España y Argentina.
Lo que digo, resumiendo, es que El comienzo de la primaera es una buena novela, bien escrita, pero me parece que está muy lejos de un público que no esté muy interesado por la filosofía y la literatura, y esto provoca distancia con el texto.
Algo parecido sucede con Una puta mierda. Una novela corta escrita como una farsa sobre la guerra de Malvinas, con situaciones casi de realismo mágico, como bombas suspendidas en el cielo, cruce de fuego en los cuales nadie sabe dónde están los enemigos, soldados que se caen en el barro mientras disparan, o una organización de prostitución que los militares superiores utilizan para recaudar dinero. Una obra pequeña que también está destinada a un público específico, ya que su tono parece el menos adecuado para su tema, al menos a los ojos de los lectores argentinos. Y allí está el asunto, aunque creo difícil de entender para un lector menos especializado.
El mundo sin las personas que lo afean y lo arruina, es para mí el mejor de los tres libros. Condensado, cargado de ideas, bien escrito, acaso cometa el error de contener muchos cuentos para un solo volumen, más de veinte. Y sin dudas comete el error de incluir el texto Contribución breve a un diccionario biográfico del expresionismo, ya que divide el libro en dos partes, y poco y nada tiene que ver con el resto de los cuentos. Es un texto en el que se reseña la vida de un escritor germano que quiere reescribir el Fausto, como el personaje de Borges que quiere reescribir el Quijote. Y luego añade un diccionario sobre los autores de esa generación. Verdaderas o falsas las reseñas sobre esas vidas, es insoportable la larga acumulación de datos y libros que se extienden por más de cuarenta páginas.
Los cuentos en general son cortos, giran en torno a situaciones extrañas que no terminan de resolverse y esa indefinición es uno de hechos más notables porque intenta describir una concepción de la vida. Personajes que prefieren olvidar, o aceptar las cosas tal y como suceden, sin buscar explicaciones, aceptando la soledad, la muerte, la desgracia, la vuelta la situación inicial. Después aparecen escritores, libros, bibliotecas, teatro, fotos, pero en la justa medida, no como tanta literatura que no es más que sobre la literatura.
Los primeros cuentos del libro son más breves y muy logrados, pero después del Diccionario, y una ejercicio de reescribir y presentar las dos versiones de un cuento en Historia del cazador y el oso, viene lo mejor. Los últimos siete cuentos, más narrativos, más extensos, con un tono más relajado, a mi criterio son los mejores. En especial el cuento que da título al libro y Las abejas, que logran un clima especial y la hermosa contradicción de poner en boca del otro la oscura verdad a partir de la cual funcionan las personas y las sociedades.

sábado, 28 de mayo de 2011

Londres es de cartón, Unai Elorriga, Alfaguara, 2010, Madrid.



Cartón pintado

Cuando escucho hablar de un escritor que no conozco casi siempre me enfrento a dos posibilidades: conseguir su último libro o su mejor libro. Ahora es más fácil saber, con Internet. Entre los que pedí en un viaje a España estaba éste de Unai Elorriaga. Siempre buscando autores jóvenes, lo nuevo. No sé qué se me cruzó por la cabeza. Leo, porque recordaba una vieja columna del lector-malherido, que justo el que he comprado no es de los mejores, aunque sí el último. Parece que los geniales son Un tranvía SP, del 2003, con el que ganó el Premio Nacional de Narrativa, y luego El pelo de Van’t Hoff. En el 2006, con Vredaman, parece que pasó de lo genial a lo ridículo. Con Londres es de cartón, dice el malherido, recuperó algo de la magia, no está mal, concluye.
Comenzar una reseña con la reseña de otro no es una buena idea. Pero es que tenía la duda de saber si me había equivocado en la elección, o qué era lo que pasaba.
Es un libro durante las cien primeras páginas, y luego es otro, y después vuele a ser el mismo, pero ya es tarde. Al principio se cuenta la historia de un grupo de amigos que viven en los años posteriores al gobierno de un régimen que impuso el terror, la desaparición y tortura de personas. El relato se centra en la espera de la llegada de la hermana de Phineas, por eso vigilan todos los días la estación de trenes desde un tejado. En medio del relato asistimos a la reproducción grabaciones y a la trascripción de leyes referidas al pasado tenebroso. También son muchos los relatos de recuerdos de hechos puntuales del pasado. Eso es la primera parte.
Antes de continuar, quiero hacer referencia al lenguaje, brevemente, porque mientras leía tenía la sensación de que se trataba de un libro traducido. Incluso hay algo así como un chiste con una cita donde se explica que es imposible traducir el significado de un frase, como sucede muchas veces con refranes populares, o regionalismos, que significan algo más. Pero es curioso porque si bien se trata de una traducción, esta hecha por el mismo autor, escribe en euskera y traduce al español. Y se nota esa especie de castellano neutro propio de las traducciones, esa distancia.
Volviendo a la novela. Pasa lo mismo, le falta profundidad, hay una distancia que nunca desaparece, todo el tiempo el lector está esperando algo más, algo que nunca llega. Esa primera parte que es como una presentación del estado de las cosas -porque la historia en realidad nunca arranca-, y de repente se interrumpe para cambiar radicalmente.
En la segunda parte se cuenta sobre un grupo de ancianos que intentan resolver un asesinato al estilo de Sherlock Holmes o Agatha Cristie. Una historia aparte, sin la menor conexión aparente. Aunque se van intercalando algunos capítulos cortos referidos a la primera historia. Y en la tercera y cuarta parte, se terminan de unir ambas historias, en un final más que forzado.
En resumen. Se trata de una novela cuyo tema principal parece ser la forma de evolucionar de los gobiernos autoritarios, y luego desplaza su eje hacia un matiz psicológico en busca de la interpretación de las conductas de los enfermos mentales. Así como lo lee. Se construyen dos mundos, pero luego parece que el segundo no se trata de otra cosa que la versión de una mente enferma. O así creí entender. Dudo, porque nadie lo dice, pero a mí me parece.
Bueno, que voy terminando, porque se trata de un autor reconocido, pero de un libro poco logrado. Nada de recuperar la magia, me parece.

martes, 24 de mayo de 2011

El fondo del cielo, Rodrigo Fresán, Mondadori, 2009, Buenos Aires.
La novela luminosa, Mario Levrero, Mondadori, 2008, Buenos Aires.
Cine, de Juan Martini, Eterna Cadencia, 2009, Buenos Aires.





Reseñas tardías II

Es la segunda y última parte de estas reseñas cortas, para ponerme un poco al día con el trabajo de los libros. No es que sean menos que las otras, el núcleo de lo que quiero decir está allí. Algunos han mencionado que hasta son mejores en esta medida. Que cuanto menos quiero explicar, más digo.
Lo curioso es que los personajes de las tres novelas resultan ser escritores. No es gran cosa, hoy en día sucede más a menudo de lo esperable. A mí me disgusta un poco. Claro que no significa que sean malos libros, todo lo contrario en este caso.


El fondo del cielo, de Rodrigo Fresán.

El escritor estelar. El lector ideal de esta novela es un escritor de Ciencia Ficción. Y eso ya es decir algo.
Hay una historia de un grupo llamado “Los Lejanos”, integrado por dos primos y una niña misteriosa, que los une, a través del tiempo y los universos. Se cuenta la infancia de ellos, se cuenta sobre un soldado perdido en el desierto, también sobre un amor imposible, al final, y sobre la escritura de “Evasión, una novela dentro de la novela. Pero no mucho más.
Es una novela “escrita, más que contada”; “con ciencia ficción más que de ciencia ficción”, según dice el Fresán. Su tema es una “historia de amor”, agrega el autor, y “también la historia privada del fin del mundo”, en “lo profundo de la novela el verdadero extraterrestre es el amor, que te invade, te hace actuar de otra manera, y muchas veces te destroza”.
Es una novela cuyo fondo, cuyo cielo, es la literatura de ciencia ficción, su lectura e interpretaciones. En torno a ella transcurre todo el análisis sobre la verdad y la mentira, la realidad y la irrealidad, el pasado, el presente y el futuro. En ese transcurrir, escribiendo, por momentos parece enredarse en sus propias palabras y se convierte en un texto difícil de seguir, y mucho más difícil de reseñar, como ya habrán notado.


La novela luminosa, de Mario Levrero.

El escritor aburrido, yo. La primera edición de La novela luminosa es del 2005. Levrero murió en 2004. Fue escrita con el apoyo de la beca Guggenheim durante el 2000. Me pregunto si un escritor escribirá diferente bajo la libertad de la beca. Aunque lógicamente no es lo mismo que te otorguen una beca a los treinta que a los sesenta, como en el caso de Levrero. Es una obra de 567 páginas, de un escritor con oficio, cuyo principal material es su propia vida, como muchas novelas de hoy.
Dicho esto voy a decir que me aburrió, al punto de contradecir la primera de las diez claves de Terranova para reseñar un libro: Nunca reseñar una obra que no terminó de leer. El marcador de Mar Azul, Hojas del viento, quedó clavado en la página 536. ¿Cómo alguien que llegó hasta allí decidió abandonar?
Es que hay un personaje que está encerrado en un departamento en Uruguay, que es escritor, que está lleno de manías, que está enfermo por las computadoras y las novelas policiales, que recibe la noticia de la muerte de un amigo en el contestador, que sale los sábados a pasear con una mujer un poco misteriosa, que recibe una beca para no escribir ni una línea. En fin, que es como todos creemos que habrá sido el autor. Cosa que no importa, porque lo que importa es que si el personaje principal es un escritor lo que se cuenta tiene muchas posibilidades de ser monótono y aburrido como la vida de los escritores.
Hay quienes dicen que esta novela será uno de los grandes libros latinoamericanos, un referente, como 2666 de Bolaño, que fue escrita en los mismos años. A mí me hizo acordar a El pasado, de Pauls, igual de aburrida. Aunque en el caso de Levrero se trata de una obra mejor, más madura, que tiene sus fervorosos seguidores. Y está muy bien, porque así es la literatura, un espacio donde perfectamente pueden convivir obras que para este humilde lector son aburridas, y para otros fundamentales.


Cine, de Juan Martini.

El escritor de guiones. Tengo buenos recuerdos de Martini. Recuerdo haber leído sus tres primeras novelas hace algo así como quince años. Todavía recuerdo el ambiente que recreaba La vida entera, marginal, profundo, tan argentino. Pero los años pasan y entre esos libros y éste Martini ha escrito más de una decena que no conozco. También ha salido la segunda parte de Cine, y creo que habrá una tercera. Es emocionante poder apreciar los saltos que los escritores dan en sus obras, a veces tan poco evidentes en aquellos que seguimos libro a libro.
Cine es un libro de hoy, tan del presente y tan argentino. Narra la vida de Sívori, un escritor en Buenos Aires, de 51 años, solitario, cuyos días transcurren entre paseos por Palermo y almuerzos de fideos con aceite de oliva. Es una cotidianeidad parecida a la del personaje de Levrero en La novela luminosa, ahora que lo pienso. Este escritor escribe -y lo leemos-, un guión sobre Evita en el que ella conversa con Rita Molina, su amiga, el mismo 17 de octubre de 1945, un rato antes de que liberen a Perón y él de su histórico discurso. Es la Evita que aún no es el mito, pero que ya sabe que está preparada para ser y para empujar a Perón a cumplir su destino.
Esta mirada sobre la cotidianeidad de Evita, a través de la ventana de un plano fijo, se repite en la misma novela. La nueva vecina también es observada por Sívori a través de la ventana de su departamento. Con esa vecina, Pina Bosch, finalmente se relacionará al salvarla de una sobredosis.
Es una novela bien escrita, un poco lenta al principio, cargada de algunos recursos de escritura un poco raros, como la constante cita de películas, o las notas al pié de página con datos históricos, de libros o discos. Si agregamos que también hay un texto dentro del texto, como lo es el guión sobre Evita que se va creando, y que el personaje es un escritor, concluimos que es también una novela que trata sobre la construcción y el material de la ficción: la mirada sobre el pasado y sobre la soledad de las personas en la Buenos Aires de hoy.

viernes, 20 de mayo de 2011

La hora de los monos, de Federico Falco, Emecé, 2010, Buenos Aires.






El lujo Asiático


Hay muchos libros de cuentos cerca. Todos escriben cuentos, pero me parece que nadie los lee. Haciendo una cuenta simple, tengo pendientes a Casas, Schweblin, Martoccia, el uruguayo Casas, Lamberti. Ya leí el del Vanoli. Son muchos y comentan que todos buenos. El problema parece ser que nadie en verdad lee cuentos. ¿Por qué será?
Paradójicamente entre estos cuentos algunos tienen ritmo de novela. El que más, Flores nuevas, de casi cuarenta páginas. Una historia sobre un embarazo adolescente en un pueblo de Córdoba. También el cuento que da nombre al libro, sobre el encuentro entre dos desconocidos en el aeropuerto de Manaos, que se desarrolla en casi treinta páginas. Los días que duró el incendio, tiene más de cuarenta páginas, y a pesar de contarse en clave de obra teatral, y de ser, a mi criterio, el menos logrado, nos mete en una historia policial de novela negra. El pedrigí de los canarios, tan largo como los otros, con un ritmo parecido, cuenta sobre las identidades en un extraño triángulo amoroso.
Otros cuentos, más cortos, mantienen la misma idea de contar historias inquietantes en las que la vida de los protagonistas cambian para siempre. Acaso a eso se refiera el título elegido para el libro, a esa hora, a ese segundo en el que el instinto se adueña de las personas. Una mujer acariciando un tigre en Las aventuras de la señora Ema; en Ballet, un joven escritor conoce a una famosa escenógrafa y todo culmina con una extraña obra en un aeropuerto; en Elefantes, una niña se queda con un extraño souvenir; y en Un camino amarillo, hay un trágico accidente y una extraña combinación de los colores del semáforo.
Por último, y aunque quizás sólo se trate de una preferencia personal por los textos en los que se muestra al otro, por aquellos en los que se hace de las diferencias lo más importante, quiero hablar especialmente de un cuento. Mi cuento preferido del libro es Asiático. Creo que es un texto de otro nivel. Literatura superior. Intentaré explicar por que.
Trata de un joven que luego de la enfermedad de su padre viaja a buscar a un amigo que hace trabajo social en el norte de Santiago del Estero. En el camino duerme en una humilde casa invitado por un joven santiagueño. En ese contexto hay un conflicto que creo ilustra a la perfección el presente argentino, las diferencias entre el interior y la capital, la forma de vivir de la gente muy humilde en el interior, su forma de pensar, la influencia de la cultura audiovisual, la violencia de la política, el espíritu de los jóvenes que quieren ayudar.
En resumen, un conjunto de cuentos buenos, algunos más que buenos, y Asiático, excepcional.

jueves, 19 de mayo de 2011

Pequeños hombres blancos, de Patricia Ratto, Adriana Hidalgo, 2006, Buenos Aires.
El colectivo, de Eugenia Almeida, Edhasa, 2009, Buenos Aires.
La casa de lo conejos, de Laura Alcoba, Edhasa, 2009, Buenos Aires.








Reseñas tardías

Hay libros sobre la repisa nueva, en la mesa del comedor y en la mesita de luz. Hoy las he ordenado. Las pilas de libros sin leer son dos, porque en una ya se caían; incluyen nuevos y algunos que ya tienen unos años, los menos son prestados y la mayoría comprados en los últimos meses, suman 28. Aparté una pila pequeña de 5 libros cuyos autores ya han publicado otro y tengo planeado leerlos para reseñarlos juntos. Por último, hay 10 libros que ya están para reseñar, esperando un poco más de investigación y de análisis de los apuntes. Así las cosas, 43 es el número final. Voy mal.
Estas tres pequeñas reseñas tardías son un primer paso hacia algún final siempre inalcanzable. Los leí casi juntos, a la carrera, estaba buscando los dos libros de Edhasa, el de Almeida y el de Alcoba, y me ofrecieron el de Patricia Ratto. Tienen la extraña similitud de estar escritos por mujeres, y de que las historias que cuentan sucedan en el asfixiante ambiente de la dictadura militar argentina.



Pequeños hombres blancos, de Patricia Ratto

La opresión y el paisaje. Una maestra viaja a un pueblo de Chubut en busca de trabajo, son lo últimos años de la dictadura y allí se relaciona con un militar. Parece que la autora también vivió en José de San Martín, donde transcurre la historia, y el origen de lo que cuenta en su primera novela son las versiones orales que aún circulaban cuando terminó la dictadura. Es cómo una imagen, una foto, no sucede mucho, sólo diálogos, algunas palabras, está todo medio quieto; desolado. “…un zorro acaba de atravesar el momento, como una exhalación del paisaje”, no mucho más. Pero el terror, la tortura, lo que no se dice, está ahí.



El colectivo, de Eugenia Almeida.

La espera y la muerte. También es la primera novela de esta joven autora cordobesa, poeta y periodista además de narradora, que ya ha publicado su segunda novela, que se titula La pieza del fondo. El colectivo es una novela corta que ganó el premio Dos Orillas en Gijón, España. La historia transcurre en “el pueblo más olvidado y ajeno de todo”, donde reside un joven matrimonio, de quienes se cuenta el infeliz origen de su historia. En ese pueblo luego aparecen personajes típicos del interior: el ferroviario, el comisario, el dueño del hotel, un viajante, su amiga y finalmente los militares. La espera del retorno a la normalidad está dada por la llegada del colectivo que ha dejado de pasar. Al fin sucede, pero ya nada es lo mismo.



La casa de lo conejos, de Laura Alcoba.

Los días y la suerte. También es una primera novela, corta, y trata el mismo tema que las otras dos, aunque de mejor manera y con mayor profundidad. Y también la autora ya ha publicado su segunda obra: Jardín Blanco, referida al exilio y a algunas mujeres famosas. La casa de los conejos ha tenido mucho éxito, y fue publicada por primera vez en Francia, donde reside la autora, que es argentina. Es la historia de una joven familia de militantes montoneros que pasan a la clandestinidad en la ciudad de La Plata para dedicarse a editar un periódico. La vida de la familia está narrada desde el punto de vista de la hija, una niña de nueve años que debe aprender a vivir ocultándose. Una historia tan triste como las reales, que recrea la cotidianeidad de uno de los peores momentos de la historia argentina.