martes, 28 de febrero de 2012

Wokolda, de Lucía Puenzo, Emecé, 2011, Buenos Aires.



Nazis en la Patagonia

    Ahora que he reseñado a distintos autores, no a través de un solo libro sino de varios, me parece injusto emitir juicios demasiados terminantes cuando leo una sola obra. Tiendo a ser más indulgente. O será justo. No sé bien. Esta es la quinta novela de Lucía Puenzo, y también ha dirigido dos películas. Mucho obra para una persona que aún no tiene ni cuarenta años.
    Wokolda parece un guión. No es algo malo. Lleva a una lectura veloz, atrapante, que interesa desde el primer momento. Casi no hay descripción, muy poca, detalles como apuntes de las locaciones, del vestuario, o de los gestos de los actores-personajes. No molesta, es un estilo que funciona muy bien. Tampoco hay casi recursos digamos poéticos, comparaciones, metáforas, muy pocas.
    A ese estilo se le suma la elección de un personaje muy conocido, Josef Menguele, un científico nazi que huye por distintos lugares de la Argentina y que se encontrará con una niña que considera digna de estudio.
    La historia transcurre en dos partes. El principio, unas sesenta páginas, pasan muy pocas cosas. Menguele huye de Buenos Aires, hace noche en un pueblo de ruta desde donde partirá hacia Bariloche. Allí ve por primera vez a Lilith, y emprenden el viaje, pero los sorprende la lluvia en medio del camino y hacen noche en casa de una familia de descendientes de mapuches. Las diferencias quedan en evidencia desde el principio, y mucha más después de algunos hechos.
    Cuando llegan a Bariloche José logra instalarse en la posada que regentean sus compañeros de viaje. Allí comienza una historia distinta, que comienza en una sorda desconfianza y culmina con una familia entera confiando sus vidas al científico cuando nacen las gemelas. En medio, se describe la comunidad nazi en la Patagonia, los experimentos y su sostén ideológico, algún resabio de tensión sexual entre el adulto y la niña.
    Me queda por último analizar el hecho de que la autora elija un personaje histórico como centro de la ficción. Es un asunto difícil, los huecos para llenar con la escritura son muchos, y Puenzo lo hace bien. No es una novela muy escrita, es una historia bien escrita. Hay una diferencia, inexistente para quienes no se interesan en temas literarios. El resultado es bueno. Seguro hacen una película.

jueves, 23 de febrero de 2012

Una noche con Sabrina Love, de Pedro Mairal, Clarín Aguilar, 1998, Buenos Aires.
El año del desierto, de Pedro Mairal, Interzona, 2005, Buenos Aires.
Salvatierra, de Pedro Mairal, Emecé, 2008, Buenos Aires.

            

    Mucho Mairal
    Es una reseña sobre sus tres novelas, publicadas en el plazo de diez años. La fundamental es El año del desierto. Ya han pasado cuatro años desde la última, lo que lleva a pensar en si Mairal estará escribiendo la próxima. Esperemos que sí. Yo voto para que Mairal deje de lado la máquina de escribir artículos, poesías y cuentos, y agarre la de las novelas. Es más pesada, más incómoda, pero la que él tiene escribe maravillosamente bien. Lo repito, voto por mucho Mairal, por muchas novelas.


    El amor según pasan los años
    Sobre Una noche con Sabrina Love
    Hace más de doce años que sabía que este libro estaba en la Biblioteca Municipal, lo compraron cuando ganó el Premio Clarín y quizás por eso mismo no me interesaba. Hoy leo sus primeras cuarenta páginas y me sorprende. Qué pedazo de escritor parece ser Mairal. Me había llamado la atención, en alguna solapa, la cantidad de traducciones que tenía su obra. Ahora creo entender.
    Es uno de los mejores inicios que recuerdo entre tanto libro de escritor nuevo. Un joven saliendo de su pueblo, sin dinero, hacia la aventura y el sexo, en medio de una inundación por la crecida del río. El ojo atento al detalle, el oído abierto a las voces y sus diferencias, la mención lateral a la historia del protagonista.
    Después cae un poco, pero logra recuperar el terreno en la fiesta de disfraces, en la historia de un amigo gay que le miente a sus padres, y con una nueva historia de amor. Narra todo el tiempo, va y va, literatura pura.
    La leí en un rato. Es corta. Se qué hicieron una película. No me gustó pensar en Cecilia Roth como Sabrina Love, pero no importa. Es tan buena la novela que lo soporta todo, incluso los años.
    Ahora voy hacia El año del desierto. Pero el inicio de Sabrina, uf, una clase. Y después el interior, la ciudad, las personas y su historia, el amor y el sexo, está todo, todo.
    Ah, quería decir que Bajo este sol tremendo, de Busqued, me pareció la misma novela. No lo mismo, pero casi la misma, aquella más oscura, esta de Mairal, más alegre. Y también que me hizo acordar a The Truman Show, esa película en la que el héroe también quiere escapar y está rodeado de agua.


    En el país del futuro y en el otro
    Sobre El año del desierto
    Es la novela más importante de Mairal. Y es una novela muy importante más allá de Mairal. Una novela de las que quitan las ganas de escribir. Porque eso hacen los buenos libros. Yo no soy de los que piensan que los grandes autores te incentivan. Por el contrario, a los buenos dan ganas de putearlos bien puteados y de tirar todo. Muestran la obviedad de las cosas, la necesidad de cambiar de oficio. Dan ganas de apagar la computadora y salir a caminar. De dejar de leer, de dejar de pensar en tramas, en frases y en personajes.
    La historia es sencilla. Una secretaria ejecutiva del centro porteño nos cuenta la historia. La “intemperie”, que no sabemos bien qué es, está llegando desde el interior del país hacia Buenos Aires. Ello implica migraciones masivas ocupando las calles, y una especie de guerra civil en las que los nuevos ocupantes son desalojados, mientras se cierra con un cerco, primero la ciudad, y luego los propios edificios. De ahí en más el texto tiene distintos capítulos en los que se cuentan situaciones muy diferentes.
    En “Como un fuerte” se narra la etapa en la que los edificios se fortifican, y la vida que allí llevan los vecinos, las jerarquías, los problemas, los miedos, las ideas que tienen las personas encerradas. En “Un mismo cuerpo”, la protagonista, María, lleva a su padre enfermo a un hospital y lo cuida hasta que muere, mientras trabaja como enfermera. En “Un cometa” alcanza el exterior, anda perdida, sin comida ni trabajo, hasta que le dan para limpiar un albergue y conoce a Catalina y su novio Gabriel, que serán luego sus compañeros de viaje. En “Ocenan Bar”, otra vez sin trabajo, María entra a un cabaret a trabajar de prostituta, hasta que logran escapar. En “La peregrina”, emprenden el viaje hacia el interior y terminan en una estancia trabajando por la comida. Luego, en “Chacal Mai”, es raptada por un malón de “braucos”, que la toman de cautiva. Es rescatada por un viejo conocido, a cambio de unos caballos, y emprende otro viaje, que culmina en una tribu de aborígenes con los que vive por un tiempo. Eso se cuenta en el capítulo “ú”, que es el nombre de habitantes a la orilla del río. Y en el último capítulo, “En silencio”, termina la historia regresando al lugar donde estaba Buenos Aires.
    Creo no hacer mal en contar así la historia, ya que el mismo autor comienza la novela con un capítulo en el que entendemos que María está viva. De todas formas lo bueno es la lectura, recorrer ese camino junto con la protagonista, ver lo que ella ve, tratar de entender lo que alcanza a dilucidar, vivir semejante aventura. Cuestión que no es fácil de lograr en una novela, y que creo es un punto fuerte.
    Después están las otras cuestiones. Decir que es el viaje inverso al de tanta tradición literaria argentina, ya no del interior a la ciudad, sino de la ciudad al interior. Incluso inverso al recorrido que hace el protagonista de su novela anterior. Y al mismo tiempo es un viaje en la historia, es un retroceso hacia el pasado, donde todo lo que sucede a medida que avanza la trama parece sacado del historia argentina, las divisiones políticas, las guerras, las estancias, los indios.
    Logra Mairal, además, en medio de toda la reflexión que implica semejante viaje, momentos muy literarios. Como los puentes colgantes entre edificios del centro. Las curaciones a un soldado que caminó desde Olhavarría. La noche en que María salvó las cría de una comadreja que dormía con ella en el hueco de un ombú. También recuerdo una larga fila de ciegos, tomados por el hombro, guiados por un tuerto, rebeldes ajusticiados por algún régimen. Las cabezas de cinco niños castigados por usar un automóvil. Y luego, cuando María ya vive con los indios, las imágenes se vuelven más ligadas a la naturaleza, como cuando cuenta sobre el cruque, un hombre que creen animal y que vive en una laguna. Una extraña ceremonia en la que un árbol suena como un instrumento de la tierra. Dos hombres que, teniendo atrofiada la parte inversa de sus cuerpos, se atan y aprenden a vivir como un solo individuo.
    Tiene tantas cosas, es tan intensa, que no queda más que recomendar su lectura. Explicarla es tan complejo como tratar de dar otras referencias literarias. Pensé por momentos en La carretera, de MacCarthy; y en El oficinista, de Saccomanno, por esa vocación de futuro apocalíptico de ciudad. Pero luego está la pobreza y el hambre, y parece una novela social. Después la literatura gauchesca, las estancias, escenas que retoman el tema de El matadero y La cautiva. Y los viajes, que por momentos hace pensar a los cronistas extranjeros que contaron la conquista del desierto, o en Una excursión a los indios ranqueles. Luego, cuando María vive cerca del río, con los indios, me parecía estar leyendo El entenado, de Saer. También pensé en Naufragios, de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, aquel conquistador que perdió todo y terminó como único sobreviviente después de vagar por el interior de una América inhóspita. 
     El año del desierto es un libro complejo, profundo, que hace reflexionar al lector sobre la historia del país, sobre el futuro, y sobre los argentinos. Y que además lo hace a través de una historia entretenida y bien contada. Mairal es una sorpresa. Una fiesta de la literatura.


    La orilla del río
    Sobre Salvatierra
    Retoma Mairal la vida del pueblo a orillas del río, como en el comienzo de Una noche con Sabrina Love. El hijo de Salvatierra regresa después de la muerte de su padre, un empleado del correo que en todo su tiempo libre se dedicaba a pintar. Lo hizo durante sesenta años y el resultado fue una extensa pintura en la que retrató su vida y la de su entorno. La búsqueda de las telas del año 1961, desemboca en el descubrimiento de algunos detalles ocultos en la vida familiar.
    Es la más sencilla de las novelas de Mairal. Y la más corta. Un texto breve, bien escrito, en el que se ve el oficio de un buen escritor, y su especial talento para detectar los detalles importantes. Además tiene un buen final. No merece la injusticia de ser comparada con las anteriores, sobre todo con El año del desierto.

lunes, 20 de febrero de 2012

Los hijos únicos, de Manuel Crespo, Gárgola, 2010, Buenos Aires. 



Amigos de pueblo

    Con esta son tres las novelas que he leído de la colección Laura Palmer no ha muerto, de Ediciones Gárgola. Es una editorial que da oportunidades a jóvenes escritores, y tiene uno de los pocos concursos del que se habla bien. Esta novela de Manuel Crespo obtuvo el primer puesto en la edición 2010.
    Se trata de una novela extensa, narrada en primera persona, pero casi plural, porque cuenta los días de un grupo de amigos en un pueblo del interior. Pepi, quien cuenta la historia, Lucas, Ramón y Mario. Lo que ya parece un género en sí mismo, el tema de los primeros años de juventud, los 90’, el tránsito a la adultez. Pienso en los que he leído, Los mantenidos, de Lezcano; y Los años felices, de Robles. Y en Casas, que aparece como el primero, aunque reflejando otro momento, con sus cuentos sobre la barra de amigos en Boedo.
    Todo transcurre en Campo Labrado, desde que están cursando cuarto año y conocen a “la yunta”, un grupo de amigos de quinto. Luego es casi todo referido a lo vivido en el pueblo, interrumpido por la enfermedad y muerte de la madre de Lucas. También hay un viaje de egresados, y después otro de mochileros hasta Ushuaia. Es este último Lucas decide irse a vivir a Chile. Para entonces Pepi ya está estudiando en Buenos Aires, donde luego se quedará a trabajar de periodista. Los amigos se separan.
    Luli, el protagonista y narrador, cuenta los hechos que ya transcurrieron, desde su presente en Buenos Aires, ubicado varios años más allá de la historia del pueblo. Quizás por eso el texto tiene un dejo de distanciamiento. El lector no va descubriendo la historia con quien la cuenta, y entonces, por momentos, se tiene la sensación de leer un diario íntimo.
    Por eso la novela toma vuelo cuando algunos personajes cuentan una historia. Es el caso de Ramón que en una reunión de amigos explica con detalle cómo “se levanta una rolinaga”; Lucas contando un accidente de camión en un camino de montaña; Luli recordando el día que pasaron en la laguna de los Pirán. Y sobre todo, cuando Lucas cuenta su discusión en Chile con su patrón, casi el único momento de conflicto y tensión de la novela, junto con la pelea con su padre.
    Creo que ese es el problema de la novela, que no hay casi conflicto, que se trata de un mundo idílico, sin problemas, y por eso aburrido, donde lo único que importa al protagonista es contar esa adolescencia larga y sin sentido.
    Un párrafo aparte para el hecho de que el narrador también sea escritor. Otro más de la larga lista. Puede ser que se trate de algo personal, pero ¿todos los protagonistas de las novelas van a ser escritores? Yo creo que la novela puede ser muchas cosas, y también un artefacto con el cual reflexionar sobre la escritura, pero no necesariamente, siempre, con el mismo recurso del narrador-protagonista-escritor.
    El punto límite en esta novela es el capítulo siete, donde se reflexiona acerca de Faulkner, y la influencia del autor norteamericano en la escritura del narrador. Es demasiado, y muy difícil hacer un análisis serio a partir de un nombre como ése, aunque más no sea para la sola mención de los escenarios donde los escritores ubican a sus personajes.
    Parece muy crítica esta reseña, aunque en verdad creo que no está tan mal la novela. Tiene problemas, como los que tiene todo texto de todo escritor joven. Pero tiene virtudes también, algo que no siempre ocurre. Cuando cuenta, sin preocuparse por lo que el mismo narrador llama el marco, y el lector logra entrar en el ritmo, aparece la mejor literatura.

lunes, 6 de febrero de 2012

Los amigos soviéticos, de Juan Terranova, Mondadori, 2009, Buenos Aires.
Lejos de Berlín, de Juan Terranova, Aquilina (Negro Absoluto), 2009, Buenos Aires.



Dos de tres

    Para completar mejor mis lecturas debería haber leído la última novela de Juan Terranova, Hiroshima, del 2011, pero no he podido encontrarla. Me faltó también Música para rinocerontes, un volumen de cuentos editados en Bolivia; Peregrinaciones, uno de crónicas, y El Ignorante, el único de poesía. De todas formas ocho libros de un mismo autor es un buen número, y entre ellos están casi todos los géneros.
    Quiero hacer una referencia a la diversidad de editoriales en las que están publicados los textos, que parece obedecer a una estrategia del autor, ya que las hay pequeñas, jóvenes, casi desconocidas, hasta las más importantes del país y alguna del exterior. Como si deliberadamente buscara llegar a públicos distintos y ampliar su universo lector, dentro, claro, de lo posible en la literatura. Es saludable, no a todos los escritores les interesan sus lectores.


Argentina y Rusia
Sobre Los amigos soviéticos

    Si se leen sólo los títulos, pareciera haber dos series en la ficción de Terranova: el caníbal, el bailarín de tango, el pornógrafo, el rockero (Rufus), el ignorante; y la otra, soviéticos, Berlín, Hiroshima. Después lo que no es ficción: Notas de un viaje a Italia, Alcalá, del Cerro, Peregrinaciones. Suenan parecidos, eso llama la atención y dan ganas de señalarlo, pero no creo que estén en una serie salvo en las crónicas.
    Hay una unidad, sí, pero es en la escritura. Los amigos soviéticos es un libro hecho con la misma materia que El caníbal, es una novela muy parecida a aquella. Quizás sea cierto que los escritores siempre están reescribiendo el mismo texto, que todo lo que está en el origen vuelve a retomarse. Claro que es una novela más lograda, el oficio es otro.
    Se parecen en que tratan de dos amigos que conversan y reflexionan, en este caso, el narrador, un escritor argentino de apellido italiano, y su amigo Volodia, un joven ruso. Hay también alguna similitud, en el formato, con El pornógrafo. Los temas sobre los que hablan casi siempre están referidos a la actualidad y la historia rusa. La novela no desarrolla una historia, sino que es la sucesión de los encuentros entre ellos y otros amigos, del ruso, y algunas personas de su comunidad, o la novia del escritor. No hay tampoco una historia de amor entre el escritor y su novia, las mujeres en la obra de Terranova son inteligentes, pares de los personajes, pero la conquista amorosa o el asunto sexual con las parejas estables no es central.
    Lo importante, el motor de la narración, es ese narrador-lector, voraz, observador curioso y atento de todo lo que cree digno de rescatar y poner frente a nuestros ojos. Una buena metáfora de ello es cuando con su amigo soviético suben a la terraza y observan a través de la mira del rifle de aire comprimido, a veces Volodia dispara. Después compran también un telescopio.
    Lo que observa la novela es la Argentina. A través de los breves comentarios de su amigo y la curiosidad por los restos de la Unión Soviética y su historia, se analiza nuestro país, en medio de la crisis del Gobierno actual con los ruralistas (llama mucho la atención que aparezca Cristina, por ejemplo), y también la crisis mundial del capitalismo. Hay un anclaje, lateral, pero muy fuerte en el presente.
    En cuanto a esas pequeñas historias que se narran, las hay extraídas de Internet, Wikiperdia, You Tube, Google; pero también de casi todos los diarios del mundo, Clarín, La Nación, La Razón, New York Times, El País, La Vanguardia, Le Monde, Corriere Della Sera, una revista rusa, otra argentina. Llama la atención, porque esa cantidad de medios gráficos citados, terminan por redondear ese anclaje en la actualidad del que hablaba más arriba.
    Se cuenta sobre los primeros astronautas rusos en llegar al espacio, sobre el primer escritor ruso en ganar un Nóbel, sobre el millonario ruso más importante del petróleo, sobre el caso del espía envenenado en Londres. También sobre un Pappo siberiano y otros grupos de música, sobre un coleccionista de arte ruso perseguido y asesinado, sobre un activista que atenta en museos. Se cuenta la trama de algunos libros rusos de ciencia ficción y la historia personal de escritores. Se llega a trascribir diálogos enteros de Infierno Rojo, la primer película norteamericana que se proyectó en la Plaza Roja, protagonizada por Schwarzenegger. Aparecen dibujos animados rusos, pornografía rusa, comida rusa, chistes rusos.
    El cuerpo del texto se conforma de estas historia, pequeñas, interesantes, logradas, algunas -casi todas- sobre hechos reales, otras traídas a nosotros como experiencias de los protagonistas, bien verosímiles. Los encuentros entre los amigos van tejiendo el texto. Pienso que se trata de la manera en la que las obras clásicas retoman relatos orales. Una historia hecha de historias. Y hay mucha observación de los detalles, que le da profundidad a la novela. También buena escritura de los diálogos, convincentes, atractivos, pícaros. Una novela que entretiene, atrae y te lleva hasta el final en un viaje por Rusia y Argentina.


Argentina y Alemania
Sobre Lejos de Berlín

    Esta novela es muy diferente a las otras de Terranova. En esta no hay fragmentación, o sólo diálogos, o textos de otros géneros. Aquí es todo narración. Trescientas cincuenta páginas de novela pura y dura. Podría decirse que se parece un poco a sus cuentos, en tanto es una historia más tradicional en su estructura.
    Con respecto al tema que trabaja, se parece a Los amigos soviéticos, ya que en la comparación y la visión de un extranjero, se analiza una determinada realidad argentina. En este caso se trata de un abandonado espía nazi, Bruno Ritter, que tiene una falsa identidad suiza: Louis Danton. Durante el año 1946, en el comienzo del gobierno de Perón, y la dispersión mundial de los alemanes después caída de Hitler, se desarrolla una historia con rasgos de policial.
    Un empresario judío y una austríaca, Ingrid Kart-Mayer, le encargan a Danton investigar el asesinato de Fabiani, un empresario del espectáculo que aparece asesinado en su departamento con dos de sus bailarinas. En el recorrido de esa investigación, Terranova nos muestra el amplio espectro de personajes porteños de la época. Un payaso de circo sádico, una bailarina sensual, un comunista del que Danton se hace amigo, otro soldado que llega en un barco, un relojero que lo ayuda, un vendedor de arte escondido en el Tigre, un arqueólogo nazi llegado desde Bolivia, sindicalistas, guardaespaldas torturadores, curas que trabajaban para el gobierno alemán.
    Se cuenta, también, bastante de la organización del régimen alemán, sobre como traficaban con obras de arte, qué fabricaban en cuanto a armas de última generación, y sobre los campos de exterminio de judíos. En cuanto a Argentina, se describe muy bien el clima político de la época, con respecto a la postura en el contexto internacional, y en lo referido a las distintas fuerzas en el ascenso de Perón. Hay un especial detalle en el 17 de octubre de 1945, ya que Danton es fotógrafo y toma sus fotos ese día. Y también una descripción del conflicto que plantea en los sindicalistas marxistas el ascenso de un militar que dará a los trabajadores derechos que ellos reclamaban.
    Como conclusión, estamos ante un texto con formato clásico, en donde el policial le da forma y es su guía, pero el contenido trasciende esas fronteras para mostrarnos una época y el origen del peronismo argentino. Es todo narración, pero con ella Terranova hurga en lo desconocido, compara, muestra otro mundo y nos hace pensar cuestiones que todavía están sucediendo.