lunes, 12 de marzo de 2012

Los peligros de fumar en la cama, de Marina Enriquez, Emecé, 2011, Buenos Aires.

Ni cumpleaños ni bautismos, otra cosa

     Creo adivinar que los cuentos de este libro pertenecen a dos ciclos narrativos diferentes. O momentos. O épocas. Como se los quiera llamar. Los primeros cuentos, la mitad exacta, que son seis, serían fantásticos, cosas extrañas, distintas a lo que llamamos realidad. La segunda mitad, más intensa, mucho mejor, acaso similar a la construcción en la que vivimos, tienen otra tensión, y seguramente fueron cuentos escritos después.
     Revisé La joven guardia, una colección de cuentos de jóvenes narradores argentinos del 2005, a cargo de Maximiliano Tomás, y encontré El aljibe. Lo recordaba. Un cuento inquietante, que me ayuda a sostener lo anterior. La autora ya lo había escrito en ese entonces. También ayuda que este sea su primer volumen de cuentos, que suelen juntar producciones de distintos momentos. Enriquez publicó, antes, dos novelas, Bajar es lo peor (1995), y Cómo desaparecer completamente (2004).
     Lo dicho, en la primera mitad nos encontramos con El desentierro de la angelita, en el que el fantasma de un tía abuela persigue a una adolescente de ciudad. La Virgen de la tosquera, en el que dos amigas envidiosas de una tercera la dejan abandonada cuando es atacada junto a su novio. El carrito, sobre un barrio que cae en desgracia luego de agredir a un mendigo. El aljibe, referido a una niña que crece soportando una maldición que conocía su familia. Rambla triste, único situado en el contexto de una ciudad extranjera, Barcelona, en el cual se narra el acoso de los fantasmas de unos niños. Y El mirador, en el que una mujer que visita un hotel en Ostende se encuentra con un viejo fantasma.
     Son cuentos en los que no se duda de la existencia de fantasmas, o hechos extraordinarios que alteran la vida cotidiana. Bien contados, que logran clima, aunque hay veces que el léxico juvenil, barrial, de la primera persona, está demasiado marcado.
     A partir de Dónde estás corazón, todo cambia. Es el mejor cuento a mi criterio. Perturbador, avanza descubriendo un mundo nuevo, situaciones extrañas. Una mujer joven encuentra la razón de su vida, lo que la altera y la excita, en las personas enfermas. A partir de ese descubrimiento, pasa de los libros a la vida real y se narra una historia inquietante. Quizás lo peor sea el final, pero también es cierto que todo indica que a la autora no le quedaba otro remedio que escribirlo de esa manera.
     Luego viene Carne, en el que se cuenta sobre dos fanáticas caníbales de un cantante llamado Espina. El excelente Ni cumpleaños ni bautismos, segundo en el podio a mi parecer, y merecedor de título de tapa. Narra la historia de un aficionado al cine que decide ofrecer sus servicios para filmaciones raras, y sobre una clienta que lo contrata para filmar un extraño caso. Chicos que faltan, cuenta la vida de la encargada del registro de niños extraviados de la ciudad y los hechos que suceden cuando comienzan a aparecer todos juntos. Los peligros de fumar en la cama, un texto corto, que pretende mostrar un mundo de enfermedad y soledad. Y por último Cuando hablábamos con los muertos, en el que un grupo de amigas adolescentes interrogan a la tabla ouija sobre desaparecidos.
     Lo que marca la diferencia entre los primeros y los segundos es la tensión de lo no resuelto, mientras en los primeros los fantasmas son un hecho, en los segundos se insinúan, se sospechan, lo desconocido está ahí, acechando. La intriga los hace mejores.
     Después hay otros asuntos. Como el hecho de que casi siempre los narradores y protagonistas sean femeninos, y muchas de esas veces se trata de una extraña voz plural, una especie de narrador en segunda del plural, que retrata un grupo de mujeres o al menos las ideas y formas de ver las cosas de dos amigas.
     También es una cuestión extraña que detrás de todo el universo fantástico emerjan los temas más crudos de la realidad argentina. Los desaparecidos de la dictadura, la trata de mujeres y niños, la vida de los emigrados argentinos en el exterior, el fanatismo adolescente por los músicos, la pobreza de los cartoneros, el culto a los santos paganos.
    Un libro complejo, amplio y profundo, con momentos de extraña lucidez.