sábado, 5 de julio de 2014

Oscura monótona sangre, Sergio Olguín, Tusquets, 2010, Buenos Aires.
La fragilidad de lo cuerpos, Sergio Olguín, Tusquets, 2012, Buenos Aires.




   Policiales Argentinos

    La mala noticia para esta reseña es que ya salió una nueva novela de Olguín, Las extranjeras, segunda de una saga policial que tiene como protagonista a la joven periodista porteña Verónica Rosenthal. La primera de esa serie es La fragilidad de los cuerpos. Y eso no es nada, dice el autor que van a ser diez.
La buena noticia es que el análisis será sobre la primera en inaugurar esa futura obra enorme, y además la anterior, también un policial.
   Oscura monótona sangre es mejor. Es una novela corta, bien escrita, con muchísimo ritmo. No voy a contar la historia porque en los policiales es mucho. El protagonista es un empresario sesentón, del gran Buenos Aires, de éxito, que se hizo de abajo. Busca sexo con una prostituta menor de edad de una villa, con la que se obsesiona. Aparecen asuntos familiares, una esposa, una hija, un socio. Después la historia se pone violenta, con armas, venganzas. En fin, te lleva a los empujones, te atrapa, y tiene un final sorprendente.
Lo mejor es la oscuridad del personaje, un hombre cualquiera, envuelto en una trama turbia muestra su profunda personalidad, lo que es capaz de hacer. Le dieron un premio a Olguín por esta obra, y está bien.
   La fragilidad de los cuerpos es otra cosa. Mantiene la agilidad del policial, también atrapa y se lee de dos sentadas, sin exagerar, pero tiene algunos problemas a mi criterio.
   El principal es que la intriga por la investigación se explicita antes de lo esperado. El lector va más adelante que la periodista. Hay quien ha hecho de eso mismo un recurso, pero aquí creo que es un error porque se produce un bache hacia la mitad de la novela. Después quedan para el final una serie de buenas escenas donde todo se resuelve. Y como llegamos a ellas sin esperarlas, también pierden un poco de fuerza.
   Además hay un problema con el final. La novela termina demasiado tarde, se dilata y aburre un poco. Ata cabos innecesarios, mucho “día después” del personaje, cerrando historias secundarias. Quizás por la comparación con Oscura monótona sangre llama tanto la atención la diferencia en el final.
   Una mención aparte para los títulos, excelentes los dos, como también algunos que llevan los capítulos.
   No he leído mucha literatura sueca, o policiales nórdicos. No tengo parámetros. No me atrae la idea de una saga tan extensa ni creo que un personaje soporte tanta ficción, tanta observación. Debe funcionar comercialmente. También le debe funcionar al autor como método. Lo que tengo para decir, en cambio, es que son dos novelas buenas. La primera, muy recomendable, la segunda recomendable a secas. Ambas, por estar bien escritas, por ser bien argentinas, porque piensan en el lector, porque gusta de entretenerlos.

viernes, 4 de julio de 2014

La vegetariana, Han Kang, Bajo la luna, 2012, Buenos Aires.




Chaesikjuuija

   En 2007 se publica en Corea del Sur una novela corta de una autora nacida en 1970. Una pequeña editorial argentina la traduce y edita el título en 2012. Un  joven librero de Palermo se la recomienda a joven lector (me gusta pensar así de mí). En el duro invierno de la pampa, en un pueblo del interior de la Provincia de Buenos Aires, un argentino lee y después escribe sobre una novela coreana. Es extraño. Será la globalización.
   El título está buenísimo. La novela también.
   Consta de tres partes, desde el punto de vista de tres personajes.
   En el primer capítulo el marido relata cómo conoce a su mujer Yeonghye, cómo es su vida y cómo ella decide convertirse en vegetariana. Es una presentación extensa, donde se mantiene la intriga con respecto a su determinación. Después hay una cena familiar. El padre de Yeonghye, un hombre de familia tradicional del interior, ex combatiente de Vietnam, le pide explicaciones y la golpea. Entonces ella intenta suicidarse.
En el segundo capítulo, la trama toma un giro, y la historia, que sigue el orden cronológico, es contada desde el punto de vista del cuñado de la Yeonghye. Con la excusa de la preocupación por la decisión de ser vegetariana, y la consecuencia de su delgadez, J va a visitarla. J es artista de videos. Su matrimonio es un fracaso, aunque económicamente lleven una buena vida gracias al negocio de su mujer. J, además, siempre se ha sentido atraído por Yeonghye, y le propone que modele para sus videos. Su cuñada se convierte en una obsesión. Terminan teniendo relaciones y siendo descubiertos.
   En el último capítulo Inhye, se encarga de cuidar a su hermana Yeonghye, internada en un psiquiátrico. Ya se ha separado de J y se dedica a trabajar y a cuidar a su hijo. En el tiempo libre visita a su hermana que ya no come, dejándose morir. Es la narración de la lucha entre Yeonghye, que está decidida a no comer y convertirse en otra cosa, y la determinación de su hermana por salvarla.
   He contado la historia, porque tengo la sensación de que allí está lo bueno de esta novela. No arruino nada, creo, haciéndolo. Leer esta novela nos lleva a un mundo distinto. Hay algo, en los vínculos, en los personajes, difícil de explicar.
   El tema de fondo es la relación de cada persona con su cuerpo, y como en algo tan íntimo también se inmiscuye hasta el Estado. Es muy fuerte ver crueldad de las prácticas médicas para mantener viva a Yeonghye.
   Otros temas, como la infidelidad, la atracción por lo prohibido, y las tensiones en una familia tradicional, son más comunes, aunque están bien en la historia.
   En cuanto al arte como asunto que pueda tratarse en la literatura, ya es algo más complejo. Son dos lenguajes diferentes, que es difícil puedan convivir. Lo mismo con lo sueños, en el primer capítulo se acumulan, y la verdad, molestan. Una vez leí, como consejo, que cuando se escribe una novela sólo está permitido poner un sueño, que luego, en la corrección, debe eliminarse. Es un buen consejo.

   En La vegetariana, el arte y lo sueños pasan a ser detalles, porque el tema principal es otro, y la historia arrasa con todo. Te lleva muy bien, está muy bien escrita. Y hay algo que la vuelve una excelente novela. Una atmósfera acaso asiática, como en la palabra Chaesikjuuija, su título original. 

jueves, 3 de julio de 2014

Putas asesinas, Roberto Bolaño, Anagrama, 2001, Buenos Aires.



   
  Viajes y poetas

   Muy del estilo de Los detectives salvajes y de Estrella Distante. El mismo universo narrativo. El centro de ese universo son los viajes y los poetas (en este caso franceses, medio pesado el asunto). Pero aunque los cuentos ya tienen trece años está muy fresca la prosa y es muy atenta la mirada a los detalles. Esos detalles que hacen que le literatura adquiera otra densidad.
   Se destacan Buda, un cuento de fútbol y misterio. Uno de cine porno, muy bueno. Últimos atardeceres en la tierra, un viaje de un padre y su hijo a Acapulco. Y Putas asesinas, una mezcla buenísima como su nombre lo indica.

   Un libro más que recomendable. Muy lúcido, muy bien escrito. Da gusto leer este tipo de textos, con aroma a clásico pero bien contemporáneo.

miércoles, 2 de julio de 2014

Cámara Gesell, Guillermo Saccomanno, Planeta, 2012, Buenos Aires, 549 pág.




Las imágenes y el espejo

   Es una novela enorme. Y muy buena.
   Intenta contar la totalidad de las vidas de los personajes de un pequeño pueblo, la Villa, que aunque no la nombra, se trataría de Villa Gesell.
   Tiene un extenso inicio de puro vértigo. Ni más ni menos que de 250 páginas. Después el autor se relaja y comienza a escribir un poco más.
   También se puede decir que son dos obras en una. Pero no. Es todo lo mismo, escrito de manera distinta.
Al comienzo los textos narran historias de la Villa desde distintos puntos de vista. La Villa cuenta. Los personajes van tomando dimensión a través de la aparición, ya sea como personaje central, o secundario, en las distintas historias.
   De carácter oral, como las obras clásicas, esas historias están condensadas, apretadas en un relato breve que concentra lo mejor de lo sucedido. Es el efecto de un cuento repetido de boca en boca, en el que cada versión agrega o quita un detalle para que la historia, y la forma de contarla, mejore a cada paso. Así nos enteramos (está bien dicho, porque es como si estuviéramos en medio de la misma comunidad) de la vida de cada uno de los vecinos: el intendente y su círculo íntimo, el periodista del semanario, el constructor pedófilo, el comisario corrupto y benefacor, los delincuentes bestiales y tiernos, la maestra idealista, la dueño de un supermercado, la peluquera chusma, el abogado tras la política, el pintor huraño, el sindicalista paternal y cruel, la empleada doméstica, el farmacéutico, ancianos nazis, el contador, el boxeador con un pasado de gloria, todos los vecinos.
   En la segunda mitad de la novela, cuando ya sabemos la vida de  cada uno, si bien el formato sigue siendo el mismo, de textos cortos, las historias pierden un poco del carácter oral y aparece la pluma del autor. Ya son escenas en las que asistimos a momentos claves de la vida de los mismos personajes. Hay suicidios, asaltos, extorsiones, asesinatos, enfrentamientos, aprietes, discusiones.
   Esta segunda parte tiene su momento más intenso, creo, cuando una mujer alemana, a punto de morir, confiesa la culpa de un secreto guardado durante toda la vida. Lo hace con un pastor evangélico, frente a su hijo cuadrapléjico. Dice que ella había visto a su marido abusar del hijo cuando era un niño.
Es una novela muy lograda, que reclama su buen tiempo de lectura, pero que ofrece a cambio la posibilidad de entrar en la profundidad un mundo interesantísimo y descubrir los secretos de toda una comunidad. Se me ocurre el Quijote, para establecer alguna referencia, ya que la historia son muchas historias. Y también La Divina Comedia, que en realidad es una comparación explícita del autor, ya que hasta un personaje se llama Dante y todo el tiempo se habla del infierno.

   Dicho esto, y después de tantos elogios, me quiero detener en dos detalles que llaman mi atención como escritor.
   El primero es la inusual profundidad del título de la novela. No es nada común encontrar un título así.
Alude a Arnold Lucius Gesell, psicólogo norteamericano de Wisconsin nacido en 1880, inventor de la cámara que sirve para estudiar la conducta de las personas sin que ellas sepan que son observadas a través de un espejo. La Cámara Gesell se utiliza con sospechosos en interrogatorios y también para la preservación del anonimato de testigos, además, está considerada el instrumento ideal para tomar declaración judicial a los niños.
   Estos datos, tomados de la novela misma (que también dedica algunas líneas a los problemas de la escritura), describen precisamente el tema de la obra.
Y el título, o mejor dicho el apellido incluido en el título, coincide con el de Carlos Idaho Gesell, fundador de Villa Gesell, ciudad Argentina de la Costa Atlántica donde transcurriría la acción de la novela.
   No es suerte ni casualidad. Saccomanno fue vecino de Villa Gesell durante décadas. Se merece haber encontrado ese título tan genial, con tanto significado.
   El segundo tema, trata un poco sobre eso mismo.

Me interesa mucho el hecho de que el escritor es un poco un traidor. Parece que Saccomanno se ha tenido que ir de Villa Gesell. No debería ser esto asunto de una reseña literaria, pero quienes frecuentamos la Villa hemos escuchado el rumor. Y aunque no sea verdad, no importa. Lo que me interesa es que lo que se cuenta en la novela ha de tener mucho de origen en la realidad, y contarlo es romper con el entorno. Que se diga que a un funcionario político le gusta que le metan un consolador, aunque sea mentira, es un hecho que molesta. Lo mismo con la corrupción, los asesinatos, los suicidios, los robos, todo. Increíblemente, la literatura crea realidades. Es bastante fuerte, que un consolador hecho de palabras, de tinta, moleste más que uno que en la realidad no existe. Es una tensión que sólo la literatura puede lograr. La buena.