Toda la tierra es una
sola alma, Carlos
Martínez Sarasola, Del Nuevo Extremo, 2014.
De manera sagrada y en
celebración, Carlos
Martínez Sarasola, Editorial Biblos, 2010.
El Lenguaje de los
Dioses, Ana María
Llamazares y Carlos Martínez Sarasola, Editorial Biblos, 2004.
El libro de los mundos
No suelo reseñar libros que no
sean de ficción. Pero en este caso merece la excepción por la calidad de la
obra.
Resulta que en medio de una
investigación sobre los indígenas del sur argentino en 1740, fui a dar, otra
vez, con los libros de Carlos Martínez Sarasola. Ya conocía los clásicos, Nuestros paisanos lo indios (1992) y Los hijos de la tierra (1998), su
versión más reducida y al alcance del estudiante que era cuando lo adquirí. Se
trata de una obra que finalmente lograba dar un panorama de todos los pueblos
originarios, sus características, sus procesos históricos, y tenía un apartado
referido a la legislación vigente, un hecho que resultaba extraño en un libro
que parecía de historia.
Pero hay una gran diferencia
entre la historia y la antropología. Y allí creo que está la diferencia entre
la profundidad de los textos.
Después publicó, con un grupo
de investigadores Mapuches del Neuquén
(2001), que no conozco. Más tarde, en conjunto con Ana María Llamazares, Diseños indígenas en el arte textil de
Santiago del Estero (2002), un libro hermoso, que tuve dos o tres veces en
la mano en distintas librerías. En 2004 aparece, también en conjunto, El Lenguaje de los Dioses. Arte, Chamanismo
y Cosmovisión indígena en Sudamérica. Donde Sarasola escribe el primer
capítulo El círculo de la conciencia. Una
introducción a la cosmovisión indígena sudamericana.
Me parece que El Lenguaje de los Dioses es un libro bisagra.
Sarasola allí explica las líneas futuras de su investigación, referidas
principalmente a la cosmovisión de los pueblos originarios. Acompañan el
volumen otros ensayos muy interesantes, que refuerzan y ayudan a comprender la
totalidad de lo que implica asomarse a una existencia distinta. Llamazares
escribe sobre el arte chamánico, entendiéndolo de una manera muy distinta a la
occidental, donde las imágenes son instrumentos simbólicos. Otros ensayos
analizan la platería mapuche y la “estética del brillo”, el canto indígena, el
mundo mapuche de la arcilla, la importancia de los colores en la simbología
mapuche y el arte textil. En el último, muy interesante, se analizan las
principales plantas sagradas de Sudamérica, un elemento fundamental para
entender el diagnóstico y curación de enfermedades y la comunicación con planos
sobrenaturales.
De
manera sagrada y en celebración (2010) es el libro fundamental de Sarasola.
Es una obra densa, llena de conceptos y referencias, resultado de años de
trabajo, de investigación, y de una evidente cercanía personal con el mundo
indígena. Su subtítulo explica bastante: Identidad,
cosmovisión y espiritualidad en los pueblos indígenas.
El Primer Capítulo resume la
historia de los pueblos originarios, desde su llegada al continente, pasando
por la conquista y su resistencia, hasta la segunda parte del siglo XX. El Segundo
Capítulo se detiene en la teoría antropológica sobre la identidad indígena;
sobre la dificultad que plantea la utilización de términos como indio,
aborigen, indígena, originario, pueblo y pueblo originario; la importancia de
la tierra como pilar de la identidad; y también sobre la autonomía indígena
dentro de los estados. En el Capítulo Tres, titulado Los renacientes, se detalla un panorama actual de los pueblos
originarios en el territorio argentino, y su nuevo renacer. También se analiza
a los aborígenes urbanos desde una nueva perspectiva, ya que antes se les
negada su condición y ahora se ha comprendido que la identidad se mantiene aún
en las ciudades.
En el Capítulo Cuatro comienza
el análisis de la cosmovisión. Resulta imposible intentar explicar el contenido
en pocas palabras, pero podemos decir algunas cosas, a modo de guía. Se analiza
el mundo invisible, el chamanismo y las plantas sagradas. Se hace una historia
de los estudios referidos al tema en la etnología francesa, en Mesoamérica,
Norteamérica, Sudamérica y la Argentina. Se detiene en los cinco pilares
fundamentales para comprender la cosmovisión indígena: la totalidad, la
energía, la comunión, la sacralidad, y el sentido comunitario de la vida.
Después, en el Capítulo Cinco, hay un detallado análisis de las ceremonias
indígenas de los collas, de los mapuches, de los guaraníes y awarac, de los
wichis, chorotes y chulupís, de los qom, los ranqueles, los günün ä Küna y los
huarpes.
En el último Capítulo, el Seis,
Sarasola toma algunos temas de actualidad en relación a los pueblos indígenas.
Es el caso de la recuperación de las tierras por parte de las diferentes
comunidades, la cuestión demográfica (se estima en un millón de personas, y el
Mapa Genético de la Argentina ofrece el dato de que el 56% de la población tiene
ascendencia indígena), los problemas de pobreza y salud, la protección del
patrimonio indígena, las dificultades del turismo étnico, la protección y
restitución de restos humanos (un caso muy importante es el del Museo de
Ciencias Naturales de La Plata con los caciques Incayal en 1994 y Panghitruz
Guos en 2001), la complementariedad de las medicinas (con el triste caso del
niño Julián Berá –el que brilla- Acuña, de la comunidad Pindó Toy de Misiones,
judicializado para ser operado en Buenos Aires).
Finalmente hay un breve
capítulo de cierre, El darse vuelta la
tierra, en el que Sarasola establece algunas relaciones muy interesantes
entre la cosmovisión indígena y las teorías de científicos contemporáneos como
el biólogo inglés Lovelock, cuya hipótesis es que el planeta tierra es un
organismo vivo, lo mismo que dicen muchos indígenas desde hace miles de años. Y
cierra el libro con una mención a Evo Morales ya que su ascenso al gobierno
está muy relacionado con la cosmovisión indígena y también con una idea de los
indígenas del sur de México: la de “crear un mundo donde quepan muchos mundos”.
De manera sagrada y en celebración me parece un libro
imprescindible para entender de dónde venimos, y para hacerlo con la
profundidad que se merece el asunto. Es un esfuerzo monumental por entender al
otro, que no es otra cosa que entendernos a nosotros mismos. Es el resultado de
un análisis que se ha ido sedimentando a lo largo de años de investigación y
esfuerzo. Y creo que el resultado sólo ha sido posible gracias a ese proceso.
Es un libro que requiere esfuerzo y relectura, pero que tiene premio. El de
asomarnos a la profundidad de nosotros mismos.
Dejo para el final un breve
comentario sobre los últimos libros de Sarasola. La Argentina de los caciques (2012), que apenas he podido ojear,
pero que retoma la figura de los grandes caciques que vivieron en este
territorio y que ofrecieron una alternativa de convivencia que nunca fue
escuchada. Y Toda la tierra es una sola
alma de este mismo año, que se trata de un compendio de más de
cuatrocientos textos encontrados a los largo de cuarenta años de formación,
diría yo, de aprendizaje, de escuchar la voz de los indígenas. Es una aproximación
a la palabra misma de los pueblos originarios, un intento de retener esa
oralidad tan distinta, de dar lugar a su propia palabra.
Si De manera sagrada y en celebración es una aproximación teórica,
analítica, buscando comprender la esencia del mundo indígena; Toda la tierra es una sola alma es la
poesía misma, no menos profunda, hermosa, como un susurro o un grito, con la
fuerza de la voz ancestral.
Ambos libros se retroalimentan,
como la obra misma de Sarasola. Uno ayuda a comprender el otro. El pasado y el
futuro, la teoría y la poesía, la tensión de una obra que a pesar de conocer y no
olvidar los horrores cometidos en nombre de la civilización, logra pensar en lo
que está por venir, y hacerlo con una sonrisa y el deseo de que todo sea mejor.
Un futuro en el que los pueblos originarios quepan en el mundo como una sola
alma.
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