miércoles, 12 de noviembre de 2014


Toda la tierra es una sola alma, Carlos Martínez Sarasola, Del Nuevo Extremo, 2014.
De manera sagrada y en celebración, Carlos Martínez Sarasola, Editorial Biblos, 2010.
El Lenguaje de los Dioses, Ana María Llamazares y Carlos Martínez Sarasola, Editorial Biblos, 2004.




   El libro de los mundos

    No suelo reseñar libros que no sean de ficción. Pero en este caso merece la excepción por la calidad de la obra.
   Resulta que en medio de una investigación sobre los indígenas del sur argentino en 1740, fui a dar, otra vez, con los libros de Carlos Martínez Sarasola. Ya conocía los clásicos, Nuestros paisanos lo indios (1992) y Los hijos de la tierra (1998), su versión más reducida y al alcance del estudiante que era cuando lo adquirí. Se trata de una obra que finalmente lograba dar un panorama de todos los pueblos originarios, sus características, sus procesos históricos, y tenía un apartado referido a la legislación vigente, un hecho que resultaba extraño en un libro que parecía de historia.
   Pero hay una gran diferencia entre la historia y la antropología. Y allí creo que está la diferencia entre la profundidad de los textos.
   Después publicó, con un grupo de investigadores Mapuches del Neuquén (2001), que no conozco. Más tarde, en conjunto con Ana María Llamazares, Diseños indígenas en el arte textil de Santiago del Estero (2002), un libro hermoso, que tuve dos o tres veces en la mano en distintas librerías. En 2004 aparece, también en conjunto, El Lenguaje de los Dioses. Arte, Chamanismo y Cosmovisión indígena en Sudamérica. Donde Sarasola escribe el primer capítulo El círculo de la conciencia. Una introducción a la cosmovisión indígena sudamericana.
   Me parece que El Lenguaje de los Dioses es un libro bisagra. Sarasola allí explica las líneas futuras de su investigación, referidas principalmente a la cosmovisión de los pueblos originarios. Acompañan el volumen otros ensayos muy interesantes, que refuerzan y ayudan a comprender la totalidad de lo que implica asomarse a una existencia distinta. Llamazares escribe sobre el arte chamánico, entendiéndolo de una manera muy distinta a la occidental, donde las imágenes son instrumentos simbólicos. Otros ensayos analizan la platería mapuche y la “estética del brillo”, el canto indígena, el mundo mapuche de la arcilla, la importancia de los colores en la simbología mapuche y el arte textil. En el último, muy interesante, se analizan las principales plantas sagradas de Sudamérica, un elemento fundamental para entender el diagnóstico y curación de enfermedades y la comunicación con planos sobrenaturales.
   De manera sagrada y en celebración (2010) es el libro fundamental de Sarasola. Es una obra densa, llena de conceptos y referencias, resultado de años de trabajo, de investigación, y de una evidente cercanía personal con el mundo indígena. Su subtítulo explica bastante: Identidad, cosmovisión y espiritualidad en los pueblos indígenas.
   El Primer Capítulo resume la historia de los pueblos originarios, desde su llegada al continente, pasando por la conquista y su resistencia, hasta la segunda parte del siglo XX. El Segundo Capítulo se detiene en la teoría antropológica sobre la identidad indígena; sobre la dificultad que plantea la utilización de términos como indio, aborigen, indígena, originario, pueblo y pueblo originario; la importancia de la tierra como pilar de la identidad; y también sobre la autonomía indígena dentro de los estados. En el Capítulo Tres, titulado Los renacientes, se detalla un panorama actual de los pueblos originarios en el territorio argentino, y su nuevo renacer. También se analiza a los aborígenes urbanos desde una nueva perspectiva, ya que antes se les negada su condición y ahora se ha comprendido que la identidad se mantiene aún en las ciudades.
   En el Capítulo Cuatro comienza el análisis de la cosmovisión. Resulta imposible intentar explicar el contenido en pocas palabras, pero podemos decir algunas cosas, a modo de guía. Se analiza el mundo invisible, el chamanismo y las plantas sagradas. Se hace una historia de los estudios referidos al tema en la etnología francesa, en Mesoamérica, Norteamérica, Sudamérica y la Argentina. Se detiene en los cinco pilares fundamentales para comprender la cosmovisión indígena: la totalidad, la energía, la comunión, la sacralidad, y el sentido comunitario de la vida. Después, en el Capítulo Cinco, hay un detallado análisis de las ceremonias indígenas de los collas, de los mapuches, de los guaraníes y awarac, de los wichis, chorotes y chulupís, de los qom, los ranqueles, los günün ä Küna y los huarpes.
   En el último Capítulo, el Seis, Sarasola toma algunos temas de actualidad en relación a los pueblos indígenas. Es el caso de la recuperación de las tierras por parte de las diferentes comunidades, la cuestión demográfica (se estima en un millón de personas, y el Mapa Genético de la Argentina ofrece el dato de que el 56% de la población tiene ascendencia indígena), los problemas de pobreza y salud, la protección del patrimonio indígena, las dificultades del turismo étnico, la protección y restitución de restos humanos (un caso muy importante es el del Museo de Ciencias Naturales de La Plata con los caciques Incayal en 1994 y Panghitruz Guos en 2001), la complementariedad de las medicinas (con el triste caso del niño Julián Berá –el que brilla- Acuña, de la comunidad Pindó Toy de Misiones, judicializado para ser operado en Buenos Aires).
    Finalmente hay un breve capítulo de cierre, El darse vuelta la tierra, en el que Sarasola establece algunas relaciones muy interesantes entre la cosmovisión indígena y las teorías de científicos contemporáneos como el biólogo inglés Lovelock, cuya hipótesis es que el planeta tierra es un organismo vivo, lo mismo que dicen muchos indígenas desde hace miles de años. Y cierra el libro con una mención a Evo Morales ya que su ascenso al gobierno está muy relacionado con la cosmovisión indígena y también con una idea de los indígenas del sur de México: la de “crear un mundo donde quepan muchos mundos”.
   De manera sagrada y en celebración me parece un libro imprescindible para entender de dónde venimos, y para hacerlo con la profundidad que se merece el asunto. Es un esfuerzo monumental por entender al otro, que no es otra cosa que entendernos a nosotros mismos. Es el resultado de un análisis que se ha ido sedimentando a lo largo de años de investigación y esfuerzo. Y creo que el resultado sólo ha sido posible gracias a ese proceso. Es un libro que requiere esfuerzo y relectura, pero que tiene premio. El de asomarnos a la profundidad de nosotros mismos.
   Dejo para el final un breve comentario sobre los últimos libros de Sarasola. La Argentina de los caciques (2012), que apenas he podido ojear, pero que retoma la figura de los grandes caciques que vivieron en este territorio y que ofrecieron una alternativa de convivencia que nunca fue escuchada. Y Toda la tierra es una sola alma de este mismo año, que se trata de un compendio de más de cuatrocientos textos encontrados a los largo de cuarenta años de formación, diría yo, de aprendizaje, de escuchar la voz de los indígenas. Es una aproximación a la palabra misma de los pueblos originarios, un intento de retener esa oralidad tan distinta, de dar lugar a su propia palabra.
   Si De manera sagrada y en celebración es una aproximación teórica, analítica, buscando comprender la esencia del mundo indígena; Toda la tierra es una sola alma es la poesía misma, no menos profunda, hermosa, como un susurro o un grito, con la fuerza de la voz ancestral.
   Ambos libros se retroalimentan, como la obra misma de Sarasola. Uno ayuda a comprender el otro. El pasado y el futuro, la teoría y la poesía, la tensión de una obra que a pesar de conocer y no olvidar los horrores cometidos en nombre de la civilización, logra pensar en lo que está por venir, y hacerlo con una sonrisa y el deseo de que todo sea mejor. Un futuro en el que los pueblos originarios quepan en el mundo como una sola alma.

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